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martes, 26 de octubre de 2010

Zambia (II)


Nuestro siguiente destino era el norte de Kafue y si bien podríamos haber hecho el camino más rápido por buenas carreteras por la ruta de Lusaka, decidimos cruzar el parque desde el sur, así aprovechábamos y pasábamos el mayor tiempo posible en plena naturaleza, inconscientes de que ese sería el comienzo de una gran aventura.
Después de interminables carreteras llenas de polvo y baches llegamos a Nanzhila Camp, en el sur de Kafue, donde decidimos pasar nuestra primera noche al aire libre. La zona era genial, un lugar para poner nuestra tienda. Como cuarto de baño, un pequeño vallado de ramas que contenía una taza de váter y como ducha, otro pequeño vallado en el que para ducharte tenías que llenar de agua un cubo y elevarlo mediante una cuerda para después dosificarla con una alcachofa que habían ensartado en su base. Lo que mas me llamó la atención, es que en la mayor austeridad que la sabana africana puede ofrecer, al lado del váter había un rollo de papel higiénico Scotex blanco de doble capa, casi se me saltan las lagrimas….
El lugar era idílico, un estanque frente a nosotros y la posibilidad de dormir completamente solos dentro de un parque nacional. Plantamos nuestra tienda sin el doble techo, así tendríamos la posibilidad de ver las estrellas de la noche africana.
Cuando anocheció hicimos una hoguera, y aunque al ir a recoger leña, lo hacías con la misma tranquilidad que lo harías en el patio de una casa rural en España, de repente caías en la cuenta que estabas en un paraje donde habías entrado a formar parte de la cadena alimenticia, y que allí, cerca de ti, en algún lugar, estaban algunos de los depredadores más peligrosos del mundo.
Madrugamos bastante, habíamos acordado hacer un safari al amanecer y un guía del lodge contiguo nos acompañaría. Desde el principio comenzamos a ver huellas de león, elefante y leopardo, todas frescas, pero a ellos fue imposible verlos. Vimos todo tipo de herbívoros, Ñus, Gacelas, Antílope sable, Antílope de agua, Cudúes, Topis, Impalas y algunos más, aunque todos bastante lejos. Por un lado una pena, gusta verlos más cerca, pero por otro, que los animales tomen distancia significa que no están acostumbrados a la presencia humana y eso me hace sentir mucho más lejos de la civilización, de cualquier tipo de viaje organizado y mucho más dentro de una naturaleza casi inexplorada, pura y no edulcorada.

De zambia II

De zambia II


Cuando finalizamos el safari dejamos al guía en el lodge y continuamos camino hacia Ngoma. El calor nos obligaba a abrir las ventanas, y cuando nos quisimos dar cuenta tuvimos que parar el coche, las moscas tse-tsé nos estaban acribillando. Así que armados con los mapas y con las ventanas cerradas decidimos no dejar un solo insecto vivo.

De zambia II

Cuando no encontramos ningún vampiro más, nos dispusimos a continuar el camino, pero al arrancar el coche….. Era imposible, algo pasaba, hicimos de todo, intentábamos arrancar una y otra vez, abríamos el capó y mirábamos el motor como si supiéramos algo de mecánica, pero nada, imposible.
Allí estábamos, en medio de la nada, con un coche que no arranca, sin ningún tipo de cobertura y sin saber si a lo largo del día pasaría alguien. Valoramos todas nuestras posibilidades hasta que Marina dijo:

- Vámonos, coge lo imprescindible y vámonos.

Se me puso la carne de gallina, por un lado, andar solos por un parque nacional es una locura y una verdadera temeridad, pero por otro…. ¿que más opciones teníamos? Me encantó el empuje y la decisión de Marina y, mientras cogía lo imprescindible mi imaginación comenzaba a volar…
- El forro por si hay que hacer noche, agua en cantidad, cerillas….

¿Y si nos alcanzaba la noche?, ¿debíamos dormir al refugio de una hoguera o mejor intentar encaramarnos en un árbol? Una avalancha de pensamientos abarrotaba mi imaginación, me sentía en las puertas de una de las aventuras que más había deseado durante toda mi vida, explorar solo, sin guías, a pie, un entorno completamente salvaje.
Comenzamos a andar dirección Ngoma. Por el camino de arena que seguíamos podía ver huellas frescas de elefante y león, por lo que cogí un palo enorme a modo de tranca, consciente de que si venía un elefante, se lo podría ofrecer de mondadientes.

De zambia II

El paso era ágil y después de casi dos horas y unos 8 kms. andando bajo el acoso de las moscas tse-tsé llegamos a un claro que nos ofreció probablemente una de las imágenes de África que jamás olvidaré.
El bosque que atravesábamos se abría y una planicie verde con elefantes, ñus, búfalos y gacelas nos hacía sentir en el corazón de África.

De zambia II


Cuando viajas a África, buscas esa imagen, pero rápidamente te das cuenta de lo difícil que es conseguirla. Poco a poco, vas consiguiendo siempre, alejarte un poquito más de la civilización.
Primero consigues adentrarte en un entorno natural en el que los turistas no van en masa, luego, cuando ya tienes eso, comienza a sobrarte todo, cuando consigues llegar ahí sin guía, ya quieres llegar sin coche, cuando ves esa imagen sin coche ya la quieres lejos del mundo.
Ahí estábamos, con esa impresionante vista ante nosotros y solos, completamente solos. Esto, es lo que he buscado desde mi primer viaje a África y ahora, a pesar de las circunstancias, para mí se estaba cumpliendo un sueño.
Poco después Marina vio una pequeña humareda en el horizonte…
- UN COCHEEEEEEEE!!!! Gritó…
Y comenzó a correr.
- MARINA NO CORRAS!!!!!!!
- QUE SIIIIIIIIIIIII
- QUE NOOOOOOOOOOO, NO CORRAS POR DIOS!!!!!!
Veíamos en el coche nuestra salvación, pero correr en África es un reclamo seguro para los depredadores.
Por fin el coche llegó a nosotros:

- Buenos días, les importaría llevarnos, nuestro coche está roto unos 8 Kms. atrás.
- Si claro, subid.
En el coche iban un par de italianos simpatiquísimos, Mauro y Elisa. Nos rescataron y nos dirigimos de nuevo a Nanzhila Camp. Cuando pasamos por el coche intentamos arrancarlo con unas pinzas de batería pero fue imposible.

Mauro y Elisa acamparon a nuestro lado y rápidamente hicimos muy buenas migas con ellos. Les contamos lo contentos que nos pusimos al ver su coche en el horizonte y ellos nos contaron su conversación al vernos:
- ¿Y esos?
- Será una turista con un guía.
- Que va, si el guía es blanco.
- ¿Dos turistas? ¿Y como coño han llegado aquí solos??????????

Después también nos confesaron como se habían extrañado de nuestra actitud.

- Lo que no podemos comprender, es la tranquilidad con la que nos dijisteis que si podíamos llevaros, si a cualquiera le pasa eso, sale gritando y haciendo gestos y pidiendo socorro y vosotros llegasteis a nosotros como quien se acerca a preguntar la hora en Roma.

Resultaba muy sencillo encajar con ellos, por lo que las risas, y las aventuras que nos contábamos hacían que congeniáramos muy rápidamente.

Esa noche decidí hacer un safari con los italianos que resultó como el de por la mañana, muy chulo pero pocos animales salvo algún elefante, alguna jineta y algún que otro facoquero.

De zambia II

De zambia II

La empresa tardó tres días en enviarnos ayuda, el tiempo Africano es más lento que el nuestro. Pero además las cosas funcionan de otra manera, cuando llegó el mecánico y un conductor ayudante, nos arreglaron el coche y nos pidieron dinero para poder volver, ya que decían que la empresa les había enviado sin nada.
Condujimos con ellos hasta Itezhi – Tezhi, donde yo le había dicho a Marina que había un supermercado y que ahí podríamos abastecernos. El “supermercado” era para verlo, era como lo del palo y la ramita de Marina, pero esta vez en mi caso. Entramos en la tiendecilla y pudimos comprar unas galletas, unos yogures, creo que algunas salchichas y unos cereales. Acordamos con el conductor y el mecánico darles algo para gasolina, les hicimos firmarnos un recibo y por fin volvimos a emprender viaje como queríamos, solos, con destino, norte de Kafue.
De zambia II

Llegamos a Lufupa Lodge en el norte del parque nacional de Kafue, a orillas del rio Lufupa. El entorno era precioso, nos asignaron un lugar para plantar la tienda, y luego nos fuimos directos a las instalaciones principales donde había un restaurante del que dimos buena cuenta durante nuestra estancia allí, aprovechando las preciosas vistas que nos ofrecía.
De zambia II

Esa misma tarde hicimos un safari en barca por el rio, donde vimos elefantes, algunos cocodrilos no muy grandes y unos cuantos hipopótamos, la verdad que no muy de cerca. Claro, esto provocó el vuelo incontrolado de la imaginación de Marina, que me susurraba:

De zambia II

De zambia II

De zambia II

- Yo creo que el barquero cuando ve un animal se aleja para que no lo veamos, nos tiene manía….
Por la noche decidí unirme a un safari organizado por el Lodge, ya que había uno previsto y en el coche aun había sitio. Marina me dijo que lo que quería era hacer fotos y que de noche no se podía, la experiencia fue única. Jinetas, civetas, un puercoespín, una hiena, hipopótamos. El conductor y el guía hacían gala de todo su buen hacer mostrando un gran empeño en descubrirnos lo que queríamos ver, depredadores.
Continuábamos explorando los caminos en busca de ellos, cuando el coche de repente se paró, el guía y el conductor se susurraban cuando uno de ellos se dio la vuelta.
- Silencio por favor, vamos a ver un leopardo y probablemente haya una hembra cerca.

No nos lo podíamos creer, mirábamos en la oscuridad intentando encontrarlo y éramos incapaces de verlo cuando de repente, emergió de la oscuridad haciéndose visible en la luz del foco que lo buscaba, mostrándose como si quisiera contonearse para nosotros, y en realidad era lo que hacía, solo que su contoneo iba dirigido a la hembra que le seguía.

De zambia II

De zambia II

Marcaba las ramas con su orina, como reclamo para ella, y ella le seguía a distancia, olisqueando las ramas marcadas y siguiendo el rastro de su pretendiente.

Allí estaba yo, subido en un todoterreno abierto, observando toda la escena. Mi ilusión era ver un leopardo, pero jamás habría podido imaginar que podría presenciar una escena de cortejo a tan pocos metros de dos animales tan fascinantes.
Al día siguiente, cuando nos levantamos, me encontré con los guías que me habían llevado por la noche, miraban el suelo y comentaban…
- ¿Qué pasa? – Les pregunté
- Huellas de un león, anoche estuvo paseando por el campamento…
Un león se había paseado por nuestro campamento!!!! Estaba emocionado, sobre todo con nuestro próximo destino, la pradera de Busanga. Nos habían hablado muy bien de ella, parece que alberga una gran concentración de herbívoros, y claro, los depredadores acuden en masa en busca de su propio bufet. Disfrutamos el camino con los herbívoros habituales, muchas familias de facóqueros y la aparición estelar de una leona que nos alegró la mañana. La encontramos de casualidad, al mirar a la derecha pasado un montículo pude verla allí tumbada, mirando fijamente una manda de Impalas.

De zambia II

Paramos el coche y nos quedamos observándola como hipnotizados y es que es un animal que produce unas sensaciones opuestas, ya que cuando lo ves, lo que más te apetece es acariciar un gatito tan grande, claro, que ese gatito puede arrancarte un brazo de un solo bocado o la cabeza de un zarpazo.

De zambia II


Poco después nos internábamos en un bosque cerrado en el que solo un camino con la anchura del coche permitía abrirse paso y al ir a girar en una curva nos encontramos de golpe con un enorme culo de elefante, frenamos y dimos marcha atrás. Conocíamos el peligro que suponen los elefantes en Zambia, y no queríamos perturbarle, pero después de esperar unos minutos y ver que seguía comiendo plácidamente y no se movía, decidimos mover el coche haciendo un poquito de ruido con las ramas que había acotando el camino y ver si así se sentía molesto y se decidía a moverse.

De zambia II


Desde luego molesto es evidente que se sintió, fue visto y no visto, se dio la vuelta y comenzó a cargar contra nosotros. La impresión fue brutal, ver como un bicho de más de tres metros unos 6 o 7.000 kms de peso y colmillos que casi llegaban al suelo, carga contra ti es una sensación difícil de olvidar.

De zambia II

Inmediatamente dejé de mirarle para fijar mi mirada en los espejos retrovisores y dar marcha atrás lo más rápido que pude mientras Marina gritaba:
-COR ESCARPIIIIIIN, CORRE ESCARPIIIIIIN!!!!!!
No puedo recordar como fui capaz de maniobrar en la espesura y girar el coche para salir de ahí lo antes posible, fue un buen rato después cuando paré el coche y pude ver que el polvo levantado se disipaba, cuando me tranquilicé, seguro ya de que el elefante había quedado atrás.
Estuvimos tentados de volver a intentarlo, pero conscientes del cansancio extremo al que estábamos sometiendo a nuestro ángel de la guarda, decidimos darnos media vuelva y volver a Lufupa Camp.
Los siguientes objetivos en el viaje eran Mana Pools en Zimbawe y el parque nacional de Bajo Zambeze, pero tuvimos que eliminar nuestra visita a Zimbawe debido al contratiempo que nos había ocasionado el coche, tanto por la falta de seguridad en el mismo, como por los días que nos había hecho perder. El objetivo era claro, llegar al parque nacional de Bajo Zambeze y pasar varios días allí, disfrutando de la abundancia de animales que nos habían comentado que en ese parque se concentraban, quien nos iba a decir que…..

De zambia II

De zambia II

De zambia II


De zambia II

De zambia II


martes, 12 de octubre de 2010

Zambia (I)

De Zambia (I)


Domingo 23 de agosto de 2.009, 19:35 hrs. El avión por fin despega y al mirar a Marina, noto en su mirada la complicidad que dice “¡¡¡Lo hemos conseguido!!! ¡¡¡Hemos salido del país…!!!”.


Poco después me recostaba en el asiento del avión y comenzaba a disfrutar ese instante en el que al dejar atrás los momentos de tensión, de peligro y las sensaciones de miedo, estos comienzan a tomar forma de aventura, llegando a su punto álgido en el aeropuerto de Londres, cuando recibimos un sms del Cónsul Honorifico en Zambia que decía:


- Me preguntan porqué han abandonado el país cuando hay una orden de arresto contra ustedes.


Cuando Marina y Carlos vinieron a recogerme, comenzó el lógico alboroto de todos nuestros encuentros. Empieza un debate en la calle sobre el soporte para la bici de Marina en su coche, sobre los dos súper maletones que quería llevar Marina, sobre las mini mochilitas que pretendía llevar yo y todo esto con la gente mirando el jaleo que estábamos montando antes de subir el equipaje al coche.



Después de repetir el mismo alboroto en el parking del aeropuerto y acordar el equipaje final que llevaríamos, nos despedimos de Carlos y Yolanda, quien le preguntó como adelantándose a los acontecimientos:



- Carlos, ¿cómo les hemos dejado ir solos?



Después de varias horas de vuelo y transbordos en Londres y Johannesburgo, aterrizamos en Lusaka. Llegamos por la noche y para variar, nos perdieron la tienda de campaña y el mochilón de Marina, por lo que buscamos alojamiento en el Chachachá backpackers, con la intención de alquilar un coche al día siguiente y si era posible, recuperar en el aeropuerto nuestro equipaje extraviado.



No habíamos caído que al día siguiente era Sábado, y que allí cierran a las dos, por lo que no dispondríamos de toda la jornada para nuestra búsqueda de coche, de esto nos dimos cuenta a las doce. Por este motivo tuvimos que darnos prisa y alquilamos en una agencia local, Bimm Travel Agency, un Toyota Pajero que a primera vista, parecía que nos podía dar el servicio que de él esperábamos.



Nos cobraron el importe del alquiler por adelantado y además de eso, nos cobraron también 1000 $ en concepto adelanto por kilometraje. En fin, lo pagamos y en cuanto nos lo dieron salimos como alma que lleva el diablo al aeropuerto para recoger nuestro equipaje con la intención de llegar a Livingstone a tiempo para poder ver el arco iris lunar en las Cataratas Victoria ya que era nuestra última oportunidad, el ultimo día en el que abren el parque por la noche para admirar este precioso fenómeno.



Sabíamos que era complicado, salimos del aeropuerto sobre las 9 de la noche y mas o menos sobre las diez dejamos atrás Lusaka, solo 381 Kms Nos separaban de nuestro objetivo. Las carreteras estaban en buen estado, y a una media de unos 100 kms / hr. Parecía que podríamos llegar a tiempo, pero a unos 150 Kms de Livingstone nos encontramos la carretera en obras y nos desviaron por un camino en el que tuvimos que reducir nuestra marcha a una media de unos 20-30 Kms / Hr Lo que motivó que nos fuera imposible llegar a tiempo.



Nuestro gozo en un pozo, cuando quisimos llegar a Livingstone eran las 5 de la mañana así que nos lo perdimos.



En Livingstone llegamos al Livingstone backpackers a las 5 de la mañana, por lo que nos dejaron dar una cabezada en unos sofás hasta que llegara el recepcionista y nos pudiera dar un par de camas en una habitación compartida.



Por la mañana conocimos a Alfredo y le animamos a venir con nosotros a visitar las Cataratas. Cuando llegamos comenzamos a sacar fotos como descosidos, pero no nos costó mucho darnos cuenta, que por mucho que lo intentáramos, sería imposible reflejar en una fotografía la fuerza que nos transmitía el imponente paisaje que teníamos ante nosotros.


Podíamos ver como literalmente la tierra se abría ante nosotros y como una impresionante masa de agua se vertía en una grieta que se perdía en el horizonte. Caía con tanta fuerza que se vaporizaba en la caída y una densa humedad cubría el borde de la catarata. Mientras la caída del agua te hipnotizaba, un sonido atronador e incesante presidia el espectáculo, no en vano las Cataratas Victoria, en lengua Kokolo reciben el nombre de Mosi-Oa-Tunya (El humo que ruge).

De Zambia (I)



Pasamos allí todo el día y podría haber pasado varios más sobrecogido por uno de los espectáculos de la tierra más impresionantes que he visto nunca, Livingstone escribió en su diario: “Imágenes tan bellas como esta, deben hacer que los ángeles miren desde lo alto”.



Exploramos las cuatro rutas principales, la habitual, recorriendo el borde sin agua de la gigantesca grieta, otro camino atestado de Babuinos que ofrecía unas fascinantes vistas panorámicas, Pedro y Marina bajaron por un camino que anunciaba “600 mts de desnivel” al fondo de la catarata y después nos embarcamos en nuestra primera gran aventura de este viaje, cruzar el rio Zambeze en dirección a la piscina del diablo.




Primero observamos como unos guías locales pasaban a la gente por un estrechísimo camino por encima del rio, envalentonados decidimos que nosotros no necesitábamos guía, por lo que Pedro y yo hicimos de avanzadilla y llegamos a la otra orilla viendo que el camino era practicable. Volví a por Marina y, cuando nos disponíamos a cruzar de nuevo, un guarda armado del parque me dio el alto. En un alarde de complicidad Marina aprovecho para cruzar, mientras yo le distraía con mi charla.





Ahora me tocaba cruzar a mí, pero el guarda no me dejaba, me decía que había cocodrilos y que era peligroso. Comencé a contarle que ahí no había cocodrilos, que no pensaba pagar a guías locales que no estaban homologados por el parque, que estaba siendo objeto de discriminación y veinte mil cosas más que se me iban ocurriendo en mi precario inglés. Veinte minutos y un guarda aburrido después, fueron suficientes para que me dijera un “anda pasa” que venía a significar “no me hables mas por favor”, así que volví a cruzar el rio.


Pensaba que había sido fácil, pero lo complicado llegaba ahora, continuamos cruzando el rio durante unos dos kilómetros más, en ocasiones cubriendo por los tobillos y otras por el pecho con fuertes corrientes que amenazaban con arrastrarte hacia la catarata con la simpática caída al vacío que esa situación podría proporcionar.



A mitad de camino sucedió un hecho inexplicable, los tobillos de Marina, no sabemos si debido al calor, a la humedad del rio o a algún extraño fenómeno propio de esas latitudes, comenzaron a convertirse en mantequilla y comenzó a caerse. Yo la sujetaba del brazo sorprendido de ver cómo, quien es capaz de ir saltando por aristas a 3.000 mts de altura, parecía incapaz de dar un paso tras otro en un rio.


- Es que la montaña si se me da bien – me decía ella.


Y era cierto que se le notaba con un andar inseguro en el rio. Pero Marina, una mujer resuelta como pocas, no tardó en encontrar una solución al problema. Se agenció lo que ella denominaba “un palo” sobre el que apoyarse y así ir más segura. UN PALO????????????????? Os juro, que yo por más que lo miraba era incapaz de ver un palo en lo que yo definiría sin ninguna duda como….. “Una ramita”.



Siento decirlo, pero yo tenía razón, y así se demostró cuando al tener un traspié, Marina se apoyó en su “Palo-Ramita” y este se partió como la ramita que era. Sujeté con fuerza a Marina del brazo. El objetivo no solo era que Marina no cayera al rio, sino su mochila, que portaba todo su equipo fotográfico incluido el supe objetivo de Carlos.


Cuando conseguía ponerla en pie, Marina se volvía a desmoronar de nuevo como si tuviera pies de barro, y yo gritaba:


- Pero Marina por Dios!!!!! Te quieres poner de pie? Porqué estás tan patosa????


A Marina le entró la risa, risa que sumada a sus pies de barro hacían completamente imposible que se mantuviera en pie, y claro, a mí también me dio, así que tampoco podía sostenerla, por lo que los dos gritábamos, los dos reíamos y los dos nos caíamos, bueno, caer caer nos caíamos los tres, Marina, la mochila con el equipo fotográfico y yo.


Después de comprobar la resistencia del equipo de Marina y del súper objetivo de Carlos al agua, decidimos que por el bien del objetivo de Carlos, Marina nos esperaría en un banco de arena que teníamos al lado.

De Zambia (I)
Alfredo y yo continuamos hasta llegar a la piscina del diablo, un remanso de agua justo al lado del borde de la catarata donde podías bañarte y sacar la mano dejándola en el vacio viendo como el agua caía hasta el fondo.




Después de unos chapuzones, volvimos a recoger a Marina cruzando de nuevo el rio Zambeze. Sí, he dicho: “Cruzando de nuevo el rio Zambeze”. Y es que cuando estás allí, tienes que parar un momento, parar, recapacitar y ser consciente de donde estás y lo que estás haciendo, y cuando caes en la cuenta de que te encuentras en el corazón de África, en uno de sus ríos más emblemáticos, empujado por la corriente y a pocos metros de una de las cataratas más imponentes del mundo, sientes como ese instante es único, como el espíritu de la aventura te invade y eres consciente de que es uno de los momentos de tu vida que jamás olvidarás.




Al día siguiente visitamos en nuestro todo terreno el pequeño parque nacional de MOSI-OA-TUNYA, donde vimos algunas jirafas, cebras y gacelas. Este parque no resultó, al menos al principio, especialmente bonito, pero sí fue una primera toma de contacto de cómo serían nuestros safaris, ya que al ir solos, decidíamos porqué caminos meternos y nos bajábamos del coche con total libertad para explorarlo a nuestro antojo.


Cuando veíamos animales parábamos el coche y bajábamos buscando sentirnos lo más cerca posible de ellos. Vimos un varano enorme e intentamos acercarnos a él, salió corriendo, dejándonos tremendamente impresionados como sentimos bajo nuestros pies los fuertes pisotones que daba en su carrera evasiva.

De Zambia (I)


Por el resto, continuamos el día visitando el pequeño parque que no nos habría maravillado especialmente sino no fuera porque cuando ya íbamos volver a nuestro Backpackers nos cruzamos con un guía local que nos dijo saber donde había un rinoceronte. Fuimos en el coche tras él hasta que nos encontramos con el otro guía que le había alertado. Dejamos el coche y seguimos a pie al guía cuando, ante nuestro asombro, habíamos llegado andando a pocos metros de un imponente rinoceronte que descansaba plácidamente. Poco a poco y buscando la foto más cercana, conseguimos acercarnos a casi 4 o 5 metros del animal. Aun hoy pienso que habría pasado si le da por levantarse y correr hacia nosotros.



A pesar de siempre haber deseado acercarme todo lo posible a los animales salvajes, jamás hubiera podido imaginar que llegaría a estar tan cerca de un rinoceronte en plena libertad.

De Zambia (I)




Nuestro siguiente destino era el norte de Kafue y si bien podríamos haber hecho el camino más rápido por buenas carreteras por la ruta de Lusaka, decidimos cruzar el parque desde el sur, así aprovechábamos y pasábamos el mayor tiempo posible en plena naturaleza, inconscientes de que ese sería el comienzo de una gran aventura.

De Zambia (I)

De Zambia (I)

De Zambia (I)

domingo, 3 de octubre de 2010

La jungla de Borneo


Regresamos a Uncle Tan y después de comer más noodles, pollo y arroz con un toque picante recogimos nuestras mochilas y subimos al bus destino: La Jungla.

Llegamos a una pequeña aldea a la orilla del río Kinabatangan desde donde una barca nos recogería para llevarnos al campamento que Uncle Tan tiene en la selva.

Aunque íbamos rápido ya que el objetivo era llegar, el barquero iba parando de vez en cuando para enseñarnos los primeros animales, algunos monos, algún que otro martín pescador, grullas, etc.

En la Web de Uncle Tan ya avisaban de que no se trataba precisamente de “un hotel de 5 estrellas”, cosa que pudimos comprobar al llegar.

Nos recibieron con un breafing inicial en el que te cuentan cómo funciona el campamento, que precauciones hay que tener y las actividades que vamos a realizar.

Nos llamó especialmente la atención cómo requisaban absolutamente toda la comida que llevábamos guardándola en un cubo de plástico cerrado. Parece ser que por la noche, las ratas y los monos buscan cualquier alimento fácil, siendo capaces de roer o destrozar una mochila en la que puedan haber detectado incluso un pequeño chicle.

Nos asignaron nuestros alojamientos, una cabaña en el pleno sentido de la palabra, es decir un techo y cuatro paredes, sin puertas ni ventanas y un colchón en el suelo con una mosquitera.
Después de dejar nuestras mochilitas en nuestra “habitación” nos dirigimos a degustar el buffet libre, bueno, a degustar… más bien a buscar cual de todos los platos era el no picante, eso parecía una lotería. Por suerte siempre había varias bandejas de alitas de pollo cocinadas de distintas maneras, entre las cuales solía haber una “no picante” aunque el plato se convirtió en algo repetitivo cada día, era un valor seguro para los enemigos del picante como yo.

Después de la cena por fin comenzamos a explorar la jungla. Nuestra primera actividad era un safari en barca por el río.

La primera sorpresa vino cuando nos subimos al bote y vimos como el río entero estaba lleno de unas moscas del tamaño de saltamontes. Nuestro guía nos explicó que era un fenómeno habitual, cada cierto tiempo las larvas de las moscas realizan su metamorfosis plagando el río, nos dijo que era un proceso que duraba dos noches y que esa era la primera.

El fenómeno resultaba impresionante, sobre todo cuando vimos un pequeño cocodrilo casi cubierto por ellas, o como dejándonos completamente asombrados, nuestro guía divisaba desde la orilla contraria a un sapo disfrutando del banquete de su vida gracias a la abundancia de comida que se encontraba cerca de su boca sin que tuviera que realizar el menor esfuerzo.
Además pudimos ver algún búho, águilas, pájaros variados y con mucha mucha dificultad una tímida jineta malaya.
Allí los animales son muy tímidos y cuanto se dan cuenta que son observados desaparecen casi de manera fantasmagórica en la espesura de la jungla.

Después de intentar divisar sin existo un grupo de monos narigudos (proboscis) que el guía nos indicaba y donde nosotros sólo veíamos en la distancia unos bultos borrosos nos dirigimos de nuevo al campamento mientras comprobábamos lo cierta y practica que nos resultaba la frase de “en boca cerrada no entran moscas”, ya que estas saltaban a puñados a nuestra barca.

Al llegar al campamento reposamos junto a un té la jornada para después asearnos en los baños comunes antes de irnos a dormir.

Los baños comunes eran cuatro cabinas con taza de water donde tenías que entrar además de con un cubo de agua para usarlo como cisterna, con la nariz tapada. Lo de la ducha no llegaba ni al grado de espejismo, simplemente era implanteable y el único modo de asearte era coger agua marrón de los bidones y lavarte como podías allí.

Además de la variedad de mosquitos que te revoloteaban alrededor, los insectos que saltaban o se arrastraban por el suelo y las arañas que hacían sus enormes telas en cada rincón, tuvimos una invitada detrás de la tercera puerta. Una araña del tamaño de una mano que casi era capaz de echar el pestillo por ti. Ese aseo pasó a ser el menos ocupado, la araña no se movió en tres días, pero el color amarillento y el tamaño imponían tanto que la gente prefería no encerrarse con semejante ejemplar en un baño.

Iba a decir que después de asearnos nos fuimos a dormir, pero quizás sería mejor que “después de hacer lo que pudimos” por fin nos dirigimos a descansar después de un duro día de aventura.

Nos acomodamos en nuestras sabanas-saco y remetimos cuidadosamente la mosquitera para evitar compañías no deseadas por la noche, de manera que por fin podríamos dormir.

Al cerrar los ojos un golpe enorme en el tejado nos sobresaltó, a este le continuaron tres o cuatro más, parecía que nos estaban apedreando.

Se trataba de los zorros voladores, unos murciélagos frugívoros que cogían una pequeña fruta de los árboles, sorbían un poco su jugo y luego la dejaban caer. Claro, al hacerlo desde tanta altura sobre el tejado parecía un bombazo y pegabas un salto que luego costaba recobrar el sueño y volver a poner el corazón en su sitio.

Por la mañana tocaba madrugar, todo el mundo arriba a las 6, bueno, todo el mundo menos Yolanda que muy hábil se había levantado casi media hora antes para poder ser la primera en usar el cuarto de baño antes que de que el resto del campamento lo asaltáramos y volviera a ser necesario amputarse la nariz para poder ir.

Después de un té rápido de nuevo a la barca, tocaba explorar el río otra vez.
Como todavía el sol no pegaba con toda su fuerza y el bochornoso calor húmedo de Borneo no había hecho su presencia, los animales aún estaban activos, por lo que las probabilidades de verlos aun eran altas.
Lo cierto es que el recuerdo que tengo de ese safari, más que de los animales, que fueron más o menos los mismos que los que vimos por la noche, es de las impresionantes imágenes que la combinación del río, la jungla y el cielo azul te ofrecían por la mañana.
Monos, alguna civeta, pájaros, de nuevo los proboscis como bultos marrones en un árbol lejano pero sobre todo, la sorpresa que nos llevamos al llegar al campamento, ya que en la orilla de enfrente por fin pudimos ver por primera vez un orangután completamente salvaje.
El barquero se acercó y pudimos ver que se trataba de una hembra con su cría que deambulaba de árbol en árbol tranquilamente y ajena a la alegría que estaba ofreciendo a unos cuantos locos subidos en una barca en medio de ninguna parte.

Después de desayunar en el campamento era el momento de adentrarnos andando en la selva.

La verdad, resultó bastante decepcionante, fue un paseo de dos horas escasas en las cercanías del campamento por un camino que el guía tenía marcado con unos pequeños lacitos de colores en los árboles.

Nos contó un montón de cosas sobre frutos, árboles e insectos, pero animales casi ninguno, bueno si, un lagarto verde que decía era muy difícil de ver y un curioso insecto que parecía una bolita de algodón.
Por la tarde comida y llegó el momento de tomar un descanso. Durante la siesta el campamento se encontraba tranquilo y era el momento ideal para poder ver las ardillas que correteaban y jugueteaban en el campamento y como algún varano que otro aprovechaba para salir a tomar un poquito al sol.

Por la noche volvimos a adentrarnos en la jungla a pie intentando aprovechar la actividad nocturna de los animales para poder sorprenderlos, y desde luego que lo hicimos, sobre todo a los pájaros.

Por algún motivo que desconozco estos se quedaban completamente inmóviles por mucho que nos acercáramos, quizás tenían el sueño tan profundo como yo o quizás la luz les inmovilizaba pero llegaba el punto en el que pensábamos que fueran de plástico.

Vimos alguna rana, hormigas asesinas y poco más, pero al menos resultó mucho más bonito que hacer el recorrido con el bochorno malayo del medio día.

Al día siguiente comenzó de nuevo la guerra, y es que cada tipo de comida generaba una batalla contra un tipo de bicho diferente.

En la cena los mosquitos aprovechaba cualquier ocasión para hacer las veces de vampiro, si te echabas Relec se lo bebían con pajita y el mejor remedio que encontramos era un brebaje local que nos habían preparado en Sepilok.

En el desayuno donde abundaban la miel, la leche condensada y las mermeladas pues las abejas acudían y hacían prácticamente imposible llevarse un bocado a la boca.

Un japonesito con gran voluntad decidió acabarse su desayuno a toda costa a pesar de que en su plato hubiera más abejas que comida. Intentaba apartarlas cogiéndolas con los palillos como el abuelo de Karate Kid e incluso en su empeño acabo metiéndose una abeja en la boca que por suerte escupió antes de que le picara.
En los últimos días de nuestra estancia en la selva, Yolanda se había casi mimetizado con el campamento. Me chivaba cuales eran las mejores horas para ir al baño, que era después de las actividades, por lo que al llegar salíamos corriendo para intentar llegar los primeros.

Un día charlando con el que parecía el jefe le comentamos nuestro descontento por la mentalidad de “paquete” que había en Malasia, le decíamos que nos gustaría pagar a alguien para que nos llevara con una barca a una aldea perdida o a buscar orangutanes y luego seguirlos a pie, y como no podía ser de otra manera allí, nos dijo que eso no, pero quizás podría ofrecernos algún paquete de tres días dos noches, y es que allí parece imposible comprar cualquier cosa que no sea en pack.

Viendo tantas dificultades para viajar por nuestra cuenta (por fin lo acepté) y que sin reserva prácticamente no ibas a ningún lado, estuvimos valorando esos días cual podría ser el siguiente destino en nuestra aventura.

Sipadan había sido como ponerle a un niño un caramelo en la boca, por lo que decidimos volver a Semporna para finalizar nuestro viaje por Borneo.

La oportunidad de volver a bucear en Sipadan y el buen sabor de boca que nos dejó Dragón Inn acabó por inclinar la balanza.

Así que cuando finalizamos nuestros días en la selva, y a pesar de que también echáramos de menos más días allí, nos dirigimos a conquistar nuestro nuevo objetivo: Los tiburones de Sipadan.

De Borneo II
De Borneo II
De Borneo II
De Borneo II
De Borneo II
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