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domingo, 7 de noviembre de 2010

Expedición a Borneo; Los tiburones de Sipadan.



Después de nuestra expedición a la selva de Borneo, volvíamos ilusionados al lugar que nos había cautivado, Dragon Inn.

No sabíamos que nos podía esperar en Semporna, nuestra ilusión era poder volver a bucear en Sipadan, pero sabíamos que era una empresa difícil, ya estábamos avisados de que en agosto encontrar plaza era misión casi imposible.

Finalmente la suerte nos sonrió, después de recorrer varios centros de buceo pudimos organizar los tres días de buceo que queríamos. El caso es que para poder disfrutar de nuestro paquete de buceo debíamos esperar tres días en Semporna. Esta ciudad es pequeña, desde luego no despunta por la limpieza de sus calles donde no es extraño encontrar un varano campando a sus anchas buscando un bocado que llevarse a la boca entre la basura.
Creo que ya había comentado anteriormente lo que nos había extrañado la falta de “buscavidas” en Malasia, pero tuvimos la suerte de encontrarnos con John. Él nos contó las posibilidades que teníamos en los alrededores de Semporna y así, con su ayuda, pudimos organizar los días de espera que teníamos allí.

Al día siguiente de nuestra llegada, nos alcanzaron Gerard y Esther, una pareja de Gerona que habíamos conocido en Sepilok y con la que congeniamos bastante bien, de esta manera hicimos grupito para disfrutar nuestra estancia allí.

Semporna nos sorprendió muy gratamente, entre las indicaciones y gestiones de John y la gente tan amable y divertida que habíamos conocido en el Dragon Inn la primera vez que estuvimos allí, nuestra espera se convirtió en toda una aventura.
Comenzamos explorando los manglares de la zona, donde nos recibieron las águilas pescadoras, los grupos de Macacos y Narigudos saltando de árbol en árbol e incluso algún cocodrilo esquivo que se sumergía justo cuando nos acercábamos a fotografiarle. Esta bienvenida solo era un primer recibimiento para el espectáculo que en el atardecer nos esperaba.
Salimos de la agradable y silenciosa navegación entre los manglares con dirección a una isla cercana. Mientras nos dirigíamos allí, el sol comenzaba su ocaso dibujando en el cielo los preciosos colores del atardecer. Poco a poco comenzamos a ver algún enorme murciélago surcando el cielo, su número comenzaba a aumentar hasta que el cielo prácticamente estaba lleno de zorros voladores.
Estábamos emocionados, no nos podíamos esperar ni semejante espectáculo ni la tranquilidad y lo agradable que resultó la excursión.

Al día siguiente nos dirigimos a disfrutar uno de los sueños que supongo que todos nosotros hemos tenido alguna vez en la vida, disfrutar de la soledad de una isla desierta.

Alquilamos por un precio muy muy económico y gracias a la ayuda de John, un barco que nos llevó a Timba Timba, una isla deshabitada a aproximadamente una hora de Semporna.

Disfrutamos los cuatro de la isla, tomando el sol, recorriéndola y explorando sus aguas en las que solo con unas gafas de bucear y un tubo pudimos ver tanta fauna submarina como en algunas inmersiones con botella.

Resultaba impresionante el mar que teníamos a nuestros pies. Por algún motivo que todavía no he comprendido, el Mar de Célebes es un Mar tremendamente tranquilo y resulta sorprendente encontrar varias veces al día el mar como un plato, con el agua completamente plana, sin una sola onda que la perturbe.
Resultaba un lugar idílico, arena, palmeras, agua a 32 grados… al estar allí pensabas que en pocos lugares del mundo podrías sentirte más a gusto en ese momento, bueno, más a gusto, porque más fresco seguro. Es cierto que debíamos estar buscando sombra o agua constantemente, ya que un sol de justicia caía sobre nosotros con tanta fuerza que tuvimos que estar durmiendo bocabajo los siguientes tres días.



Por la noche fuimos al mercado a improvisar una cena local, regateando Rigings arriba y Rigings abajo compramos un pez loro, un pez aguja y algunos calamares en el mercado local para que nos los cocinaran en la acera de enfrente a la plancha.
Yolanda ni corta ni perezosa se puso con las cocineras locales a limpiar los calamares y al poco tiempo nos improvisaban una mesa en la calle para poder degustar nuestras viandas.

Yolanda no pudo evitar comenzar a hacer carantoñas a una niña que, en los brazos de su madre nos miraba con ojos de asombro. Si Yolanda no pudo evitar las carantoñas, yo no pude evitar buscar la carita de asombro que podría poner la niña al ver desaparecer un pañuelo.

Madre mía la que lié. Al verme la gente comenzó a arremolinarse a nuestro alrededor, pedían que les repitiera los juegos una y otra vez, que desapareciera el pañuelo, que apagara el cigarro en la camisa sin que esta se quemara de alguno al que ellos animaban y que se ofrecía con cara de temeroso.

Nos costó despedirnos de toda esa gente, incluso algunos niños nos seguían en nuestro camino al hotel pidiendo más.

Solo nos quedaba un día antes de poder volver a bucear y lo aprovechamos en compañía del Staff del Dragon Inn. A Hassin y a tres camareras les hacía mucha ilusión ir con nosotros. En la furgoneta de unos amigos suyos nos llevaron a recorrer la zona, nos llevaron a un pequeño pueblecito costero que no debía tener más de 10 o 20 casas en tierra. Digo en tierra porque pudimos ver algunas hechas en barcas, incluso desde una de ellas, a Yolanda le sacaron algunas fotos con un móvil.



El día en su compañía resultó tremendamente agradable, pero sobre todo divertido, y es que esta gente se reía por todo de una manera casi infantil y claro, al final esa risa se contagia.



Por fin llegó el día en el que nos dirigíamos a bucear, primero a Bohayan, luego Timba Timba y por ultimo Sipadan.

En Bohayan y Timba Timba encontramos de todo, desde una gran concentración de vida y sobre todo vida exótica, hasta mucha basura que incluso me disuadió de sacar una foto a un caballito de mar al que no era capaz de enfocarle sin que saliera o una botella, un tapón o una lata. La mayor parte del coral estaba muerto debido a la pesca con dinamita, esta, actualmente se encuentra prohibida en la zona, pero a pesar de esto se continua practicando de manera furtiva como pudimos comprobar en una inmersión en la que oímos la explosión bajo el agua.

Por fin llegó el día en el que tocaba bucear en Sipadan. Las condiciones prometían más que la primera vez que estuvimos allí, ya que el día era soleado y el mar estaba tremendamente calmado.

Al sumergirnos y después de ver pasar algún tiburón puntas blancas, nos tiramos en picado a los treinta y tantos metros donde nuestro recibimiento parecía haber quedado a cargo de un imponente tiburón gris. Por desgracia mis oídos me impidieron bajar lo suficientemente rápido como para poder sacar una foto decente.



Ese fue solo el recibimiento, el resto de la inmersión y de las inmersiones fueron una verdadera fiesta de fauna submarina, donde los tiburones puntas blancas nos dejaban posarnos a su lado, las inmensas tortugas parecían querer jugar con nosotros, nos introducíamos en enormes bancos de atunes y barracudas, una manta diablo, el escurridiczo y tímido pez mandarín, las sepias gigantes nos miraban curiosas y los agresivos peces ballesta regalaban algún mordisco con muy mala leche en el brazo del cámara que habíamos contratado para que grabara nuestra inmersión.











Ne desperdiciabamos un solo litro de aire de nuestras botellas, ya que cuando no las apurábamos hasta los 70 minutos de inmersión, no bajabamos de los 60.


En una de las inmersiones Yolanda encontró una inusual compañera de viaje, una remora se pegó a su pierna y la acompañó durante toda la inmersión.




Si bien el primer día que habíamos buceado en Sipadan el sentimiento era el de haber experimentado la promesa de lo que podía haber sido, en esta ocasión nos sentíamos increíblemente felices por las experiencias que habíamos podido disfrutar ese día.

Nuestro viaje llegaba a su fin, debíamos volver a Kuala Lumpur para coger nuestro avión de vuelta a España, pero nos había gustado tan poco que decidimos cambiar nuestro destino por Malaka. Que inconscientes éramos de lo que allí nos esperaba.

Continúa en: Expedición a Tortuguero (Costa Rica)











martes, 26 de octubre de 2010

Zambia (II)


Nuestro siguiente destino era el norte de Kafue y si bien podríamos haber hecho el camino más rápido por buenas carreteras por la ruta de Lusaka, decidimos cruzar el parque desde el sur, así aprovechábamos y pasábamos el mayor tiempo posible en plena naturaleza, inconscientes de que ese sería el comienzo de una gran aventura.
Después de interminables carreteras llenas de polvo y baches llegamos a Nanzhila Camp, en el sur de Kafue, donde decidimos pasar nuestra primera noche al aire libre. La zona era genial, un lugar para poner nuestra tienda. Como cuarto de baño, un pequeño vallado de ramas que contenía una taza de váter y como ducha, otro pequeño vallado en el que para ducharte tenías que llenar de agua un cubo y elevarlo mediante una cuerda para después dosificarla con una alcachofa que habían ensartado en su base. Lo que mas me llamó la atención, es que en la mayor austeridad que la sabana africana puede ofrecer, al lado del váter había un rollo de papel higiénico Scotex blanco de doble capa, casi se me saltan las lagrimas….
El lugar era idílico, un estanque frente a nosotros y la posibilidad de dormir completamente solos dentro de un parque nacional. Plantamos nuestra tienda sin el doble techo, así tendríamos la posibilidad de ver las estrellas de la noche africana.
Cuando anocheció hicimos una hoguera, y aunque al ir a recoger leña, lo hacías con la misma tranquilidad que lo harías en el patio de una casa rural en España, de repente caías en la cuenta que estabas en un paraje donde habías entrado a formar parte de la cadena alimenticia, y que allí, cerca de ti, en algún lugar, estaban algunos de los depredadores más peligrosos del mundo.
Madrugamos bastante, habíamos acordado hacer un safari al amanecer y un guía del lodge contiguo nos acompañaría. Desde el principio comenzamos a ver huellas de león, elefante y leopardo, todas frescas, pero a ellos fue imposible verlos. Vimos todo tipo de herbívoros, Ñus, Gacelas, Antílope sable, Antílope de agua, Cudúes, Topis, Impalas y algunos más, aunque todos bastante lejos. Por un lado una pena, gusta verlos más cerca, pero por otro, que los animales tomen distancia significa que no están acostumbrados a la presencia humana y eso me hace sentir mucho más lejos de la civilización, de cualquier tipo de viaje organizado y mucho más dentro de una naturaleza casi inexplorada, pura y no edulcorada.

De zambia II

De zambia II


Cuando finalizamos el safari dejamos al guía en el lodge y continuamos camino hacia Ngoma. El calor nos obligaba a abrir las ventanas, y cuando nos quisimos dar cuenta tuvimos que parar el coche, las moscas tse-tsé nos estaban acribillando. Así que armados con los mapas y con las ventanas cerradas decidimos no dejar un solo insecto vivo.

De zambia II

Cuando no encontramos ningún vampiro más, nos dispusimos a continuar el camino, pero al arrancar el coche….. Era imposible, algo pasaba, hicimos de todo, intentábamos arrancar una y otra vez, abríamos el capó y mirábamos el motor como si supiéramos algo de mecánica, pero nada, imposible.
Allí estábamos, en medio de la nada, con un coche que no arranca, sin ningún tipo de cobertura y sin saber si a lo largo del día pasaría alguien. Valoramos todas nuestras posibilidades hasta que Marina dijo:

- Vámonos, coge lo imprescindible y vámonos.

Se me puso la carne de gallina, por un lado, andar solos por un parque nacional es una locura y una verdadera temeridad, pero por otro…. ¿que más opciones teníamos? Me encantó el empuje y la decisión de Marina y, mientras cogía lo imprescindible mi imaginación comenzaba a volar…
- El forro por si hay que hacer noche, agua en cantidad, cerillas….

¿Y si nos alcanzaba la noche?, ¿debíamos dormir al refugio de una hoguera o mejor intentar encaramarnos en un árbol? Una avalancha de pensamientos abarrotaba mi imaginación, me sentía en las puertas de una de las aventuras que más había deseado durante toda mi vida, explorar solo, sin guías, a pie, un entorno completamente salvaje.
Comenzamos a andar dirección Ngoma. Por el camino de arena que seguíamos podía ver huellas frescas de elefante y león, por lo que cogí un palo enorme a modo de tranca, consciente de que si venía un elefante, se lo podría ofrecer de mondadientes.

De zambia II

El paso era ágil y después de casi dos horas y unos 8 kms. andando bajo el acoso de las moscas tse-tsé llegamos a un claro que nos ofreció probablemente una de las imágenes de África que jamás olvidaré.
El bosque que atravesábamos se abría y una planicie verde con elefantes, ñus, búfalos y gacelas nos hacía sentir en el corazón de África.

De zambia II


Cuando viajas a África, buscas esa imagen, pero rápidamente te das cuenta de lo difícil que es conseguirla. Poco a poco, vas consiguiendo siempre, alejarte un poquito más de la civilización.
Primero consigues adentrarte en un entorno natural en el que los turistas no van en masa, luego, cuando ya tienes eso, comienza a sobrarte todo, cuando consigues llegar ahí sin guía, ya quieres llegar sin coche, cuando ves esa imagen sin coche ya la quieres lejos del mundo.
Ahí estábamos, con esa impresionante vista ante nosotros y solos, completamente solos. Esto, es lo que he buscado desde mi primer viaje a África y ahora, a pesar de las circunstancias, para mí se estaba cumpliendo un sueño.
Poco después Marina vio una pequeña humareda en el horizonte…
- UN COCHEEEEEEEE!!!! Gritó…
Y comenzó a correr.
- MARINA NO CORRAS!!!!!!!
- QUE SIIIIIIIIIIIII
- QUE NOOOOOOOOOOO, NO CORRAS POR DIOS!!!!!!
Veíamos en el coche nuestra salvación, pero correr en África es un reclamo seguro para los depredadores.
Por fin el coche llegó a nosotros:

- Buenos días, les importaría llevarnos, nuestro coche está roto unos 8 Kms. atrás.
- Si claro, subid.
En el coche iban un par de italianos simpatiquísimos, Mauro y Elisa. Nos rescataron y nos dirigimos de nuevo a Nanzhila Camp. Cuando pasamos por el coche intentamos arrancarlo con unas pinzas de batería pero fue imposible.

Mauro y Elisa acamparon a nuestro lado y rápidamente hicimos muy buenas migas con ellos. Les contamos lo contentos que nos pusimos al ver su coche en el horizonte y ellos nos contaron su conversación al vernos:
- ¿Y esos?
- Será una turista con un guía.
- Que va, si el guía es blanco.
- ¿Dos turistas? ¿Y como coño han llegado aquí solos??????????

Después también nos confesaron como se habían extrañado de nuestra actitud.

- Lo que no podemos comprender, es la tranquilidad con la que nos dijisteis que si podíamos llevaros, si a cualquiera le pasa eso, sale gritando y haciendo gestos y pidiendo socorro y vosotros llegasteis a nosotros como quien se acerca a preguntar la hora en Roma.

Resultaba muy sencillo encajar con ellos, por lo que las risas, y las aventuras que nos contábamos hacían que congeniáramos muy rápidamente.

Esa noche decidí hacer un safari con los italianos que resultó como el de por la mañana, muy chulo pero pocos animales salvo algún elefante, alguna jineta y algún que otro facoquero.

De zambia II

De zambia II

La empresa tardó tres días en enviarnos ayuda, el tiempo Africano es más lento que el nuestro. Pero además las cosas funcionan de otra manera, cuando llegó el mecánico y un conductor ayudante, nos arreglaron el coche y nos pidieron dinero para poder volver, ya que decían que la empresa les había enviado sin nada.
Condujimos con ellos hasta Itezhi – Tezhi, donde yo le había dicho a Marina que había un supermercado y que ahí podríamos abastecernos. El “supermercado” era para verlo, era como lo del palo y la ramita de Marina, pero esta vez en mi caso. Entramos en la tiendecilla y pudimos comprar unas galletas, unos yogures, creo que algunas salchichas y unos cereales. Acordamos con el conductor y el mecánico darles algo para gasolina, les hicimos firmarnos un recibo y por fin volvimos a emprender viaje como queríamos, solos, con destino, norte de Kafue.
De zambia II

Llegamos a Lufupa Lodge en el norte del parque nacional de Kafue, a orillas del rio Lufupa. El entorno era precioso, nos asignaron un lugar para plantar la tienda, y luego nos fuimos directos a las instalaciones principales donde había un restaurante del que dimos buena cuenta durante nuestra estancia allí, aprovechando las preciosas vistas que nos ofrecía.
De zambia II

Esa misma tarde hicimos un safari en barca por el rio, donde vimos elefantes, algunos cocodrilos no muy grandes y unos cuantos hipopótamos, la verdad que no muy de cerca. Claro, esto provocó el vuelo incontrolado de la imaginación de Marina, que me susurraba:

De zambia II

De zambia II

De zambia II

- Yo creo que el barquero cuando ve un animal se aleja para que no lo veamos, nos tiene manía….
Por la noche decidí unirme a un safari organizado por el Lodge, ya que había uno previsto y en el coche aun había sitio. Marina me dijo que lo que quería era hacer fotos y que de noche no se podía, la experiencia fue única. Jinetas, civetas, un puercoespín, una hiena, hipopótamos. El conductor y el guía hacían gala de todo su buen hacer mostrando un gran empeño en descubrirnos lo que queríamos ver, depredadores.
Continuábamos explorando los caminos en busca de ellos, cuando el coche de repente se paró, el guía y el conductor se susurraban cuando uno de ellos se dio la vuelta.
- Silencio por favor, vamos a ver un leopardo y probablemente haya una hembra cerca.

No nos lo podíamos creer, mirábamos en la oscuridad intentando encontrarlo y éramos incapaces de verlo cuando de repente, emergió de la oscuridad haciéndose visible en la luz del foco que lo buscaba, mostrándose como si quisiera contonearse para nosotros, y en realidad era lo que hacía, solo que su contoneo iba dirigido a la hembra que le seguía.

De zambia II

De zambia II

Marcaba las ramas con su orina, como reclamo para ella, y ella le seguía a distancia, olisqueando las ramas marcadas y siguiendo el rastro de su pretendiente.

Allí estaba yo, subido en un todoterreno abierto, observando toda la escena. Mi ilusión era ver un leopardo, pero jamás habría podido imaginar que podría presenciar una escena de cortejo a tan pocos metros de dos animales tan fascinantes.
Al día siguiente, cuando nos levantamos, me encontré con los guías que me habían llevado por la noche, miraban el suelo y comentaban…
- ¿Qué pasa? – Les pregunté
- Huellas de un león, anoche estuvo paseando por el campamento…
Un león se había paseado por nuestro campamento!!!! Estaba emocionado, sobre todo con nuestro próximo destino, la pradera de Busanga. Nos habían hablado muy bien de ella, parece que alberga una gran concentración de herbívoros, y claro, los depredadores acuden en masa en busca de su propio bufet. Disfrutamos el camino con los herbívoros habituales, muchas familias de facóqueros y la aparición estelar de una leona que nos alegró la mañana. La encontramos de casualidad, al mirar a la derecha pasado un montículo pude verla allí tumbada, mirando fijamente una manda de Impalas.

De zambia II

Paramos el coche y nos quedamos observándola como hipnotizados y es que es un animal que produce unas sensaciones opuestas, ya que cuando lo ves, lo que más te apetece es acariciar un gatito tan grande, claro, que ese gatito puede arrancarte un brazo de un solo bocado o la cabeza de un zarpazo.

De zambia II


Poco después nos internábamos en un bosque cerrado en el que solo un camino con la anchura del coche permitía abrirse paso y al ir a girar en una curva nos encontramos de golpe con un enorme culo de elefante, frenamos y dimos marcha atrás. Conocíamos el peligro que suponen los elefantes en Zambia, y no queríamos perturbarle, pero después de esperar unos minutos y ver que seguía comiendo plácidamente y no se movía, decidimos mover el coche haciendo un poquito de ruido con las ramas que había acotando el camino y ver si así se sentía molesto y se decidía a moverse.

De zambia II


Desde luego molesto es evidente que se sintió, fue visto y no visto, se dio la vuelta y comenzó a cargar contra nosotros. La impresión fue brutal, ver como un bicho de más de tres metros unos 6 o 7.000 kms de peso y colmillos que casi llegaban al suelo, carga contra ti es una sensación difícil de olvidar.

De zambia II

Inmediatamente dejé de mirarle para fijar mi mirada en los espejos retrovisores y dar marcha atrás lo más rápido que pude mientras Marina gritaba:
-COR ESCARPIIIIIIN, CORRE ESCARPIIIIIIN!!!!!!
No puedo recordar como fui capaz de maniobrar en la espesura y girar el coche para salir de ahí lo antes posible, fue un buen rato después cuando paré el coche y pude ver que el polvo levantado se disipaba, cuando me tranquilicé, seguro ya de que el elefante había quedado atrás.
Estuvimos tentados de volver a intentarlo, pero conscientes del cansancio extremo al que estábamos sometiendo a nuestro ángel de la guarda, decidimos darnos media vuelva y volver a Lufupa Camp.
Los siguientes objetivos en el viaje eran Mana Pools en Zimbawe y el parque nacional de Bajo Zambeze, pero tuvimos que eliminar nuestra visita a Zimbawe debido al contratiempo que nos había ocasionado el coche, tanto por la falta de seguridad en el mismo, como por los días que nos había hecho perder. El objetivo era claro, llegar al parque nacional de Bajo Zambeze y pasar varios días allí, disfrutando de la abundancia de animales que nos habían comentado que en ese parque se concentraban, quien nos iba a decir que…..

De zambia II

De zambia II

De zambia II


De zambia II

De zambia II


martes, 12 de octubre de 2010

Zambia (I)

De Zambia (I)


Domingo 23 de agosto de 2.009, 19:35 hrs. El avión por fin despega y al mirar a Marina, noto en su mirada la complicidad que dice “¡¡¡Lo hemos conseguido!!! ¡¡¡Hemos salido del país…!!!”.


Poco después me recostaba en el asiento del avión y comenzaba a disfrutar ese instante en el que al dejar atrás los momentos de tensión, de peligro y las sensaciones de miedo, estos comienzan a tomar forma de aventura, llegando a su punto álgido en el aeropuerto de Londres, cuando recibimos un sms del Cónsul Honorifico en Zambia que decía:


- Me preguntan porqué han abandonado el país cuando hay una orden de arresto contra ustedes.


Cuando Marina y Carlos vinieron a recogerme, comenzó el lógico alboroto de todos nuestros encuentros. Empieza un debate en la calle sobre el soporte para la bici de Marina en su coche, sobre los dos súper maletones que quería llevar Marina, sobre las mini mochilitas que pretendía llevar yo y todo esto con la gente mirando el jaleo que estábamos montando antes de subir el equipaje al coche.



Después de repetir el mismo alboroto en el parking del aeropuerto y acordar el equipaje final que llevaríamos, nos despedimos de Carlos y Yolanda, quien le preguntó como adelantándose a los acontecimientos:



- Carlos, ¿cómo les hemos dejado ir solos?



Después de varias horas de vuelo y transbordos en Londres y Johannesburgo, aterrizamos en Lusaka. Llegamos por la noche y para variar, nos perdieron la tienda de campaña y el mochilón de Marina, por lo que buscamos alojamiento en el Chachachá backpackers, con la intención de alquilar un coche al día siguiente y si era posible, recuperar en el aeropuerto nuestro equipaje extraviado.



No habíamos caído que al día siguiente era Sábado, y que allí cierran a las dos, por lo que no dispondríamos de toda la jornada para nuestra búsqueda de coche, de esto nos dimos cuenta a las doce. Por este motivo tuvimos que darnos prisa y alquilamos en una agencia local, Bimm Travel Agency, un Toyota Pajero que a primera vista, parecía que nos podía dar el servicio que de él esperábamos.



Nos cobraron el importe del alquiler por adelantado y además de eso, nos cobraron también 1000 $ en concepto adelanto por kilometraje. En fin, lo pagamos y en cuanto nos lo dieron salimos como alma que lleva el diablo al aeropuerto para recoger nuestro equipaje con la intención de llegar a Livingstone a tiempo para poder ver el arco iris lunar en las Cataratas Victoria ya que era nuestra última oportunidad, el ultimo día en el que abren el parque por la noche para admirar este precioso fenómeno.



Sabíamos que era complicado, salimos del aeropuerto sobre las 9 de la noche y mas o menos sobre las diez dejamos atrás Lusaka, solo 381 Kms Nos separaban de nuestro objetivo. Las carreteras estaban en buen estado, y a una media de unos 100 kms / hr. Parecía que podríamos llegar a tiempo, pero a unos 150 Kms de Livingstone nos encontramos la carretera en obras y nos desviaron por un camino en el que tuvimos que reducir nuestra marcha a una media de unos 20-30 Kms / Hr Lo que motivó que nos fuera imposible llegar a tiempo.



Nuestro gozo en un pozo, cuando quisimos llegar a Livingstone eran las 5 de la mañana así que nos lo perdimos.



En Livingstone llegamos al Livingstone backpackers a las 5 de la mañana, por lo que nos dejaron dar una cabezada en unos sofás hasta que llegara el recepcionista y nos pudiera dar un par de camas en una habitación compartida.



Por la mañana conocimos a Alfredo y le animamos a venir con nosotros a visitar las Cataratas. Cuando llegamos comenzamos a sacar fotos como descosidos, pero no nos costó mucho darnos cuenta, que por mucho que lo intentáramos, sería imposible reflejar en una fotografía la fuerza que nos transmitía el imponente paisaje que teníamos ante nosotros.


Podíamos ver como literalmente la tierra se abría ante nosotros y como una impresionante masa de agua se vertía en una grieta que se perdía en el horizonte. Caía con tanta fuerza que se vaporizaba en la caída y una densa humedad cubría el borde de la catarata. Mientras la caída del agua te hipnotizaba, un sonido atronador e incesante presidia el espectáculo, no en vano las Cataratas Victoria, en lengua Kokolo reciben el nombre de Mosi-Oa-Tunya (El humo que ruge).

De Zambia (I)



Pasamos allí todo el día y podría haber pasado varios más sobrecogido por uno de los espectáculos de la tierra más impresionantes que he visto nunca, Livingstone escribió en su diario: “Imágenes tan bellas como esta, deben hacer que los ángeles miren desde lo alto”.



Exploramos las cuatro rutas principales, la habitual, recorriendo el borde sin agua de la gigantesca grieta, otro camino atestado de Babuinos que ofrecía unas fascinantes vistas panorámicas, Pedro y Marina bajaron por un camino que anunciaba “600 mts de desnivel” al fondo de la catarata y después nos embarcamos en nuestra primera gran aventura de este viaje, cruzar el rio Zambeze en dirección a la piscina del diablo.




Primero observamos como unos guías locales pasaban a la gente por un estrechísimo camino por encima del rio, envalentonados decidimos que nosotros no necesitábamos guía, por lo que Pedro y yo hicimos de avanzadilla y llegamos a la otra orilla viendo que el camino era practicable. Volví a por Marina y, cuando nos disponíamos a cruzar de nuevo, un guarda armado del parque me dio el alto. En un alarde de complicidad Marina aprovecho para cruzar, mientras yo le distraía con mi charla.





Ahora me tocaba cruzar a mí, pero el guarda no me dejaba, me decía que había cocodrilos y que era peligroso. Comencé a contarle que ahí no había cocodrilos, que no pensaba pagar a guías locales que no estaban homologados por el parque, que estaba siendo objeto de discriminación y veinte mil cosas más que se me iban ocurriendo en mi precario inglés. Veinte minutos y un guarda aburrido después, fueron suficientes para que me dijera un “anda pasa” que venía a significar “no me hables mas por favor”, así que volví a cruzar el rio.


Pensaba que había sido fácil, pero lo complicado llegaba ahora, continuamos cruzando el rio durante unos dos kilómetros más, en ocasiones cubriendo por los tobillos y otras por el pecho con fuertes corrientes que amenazaban con arrastrarte hacia la catarata con la simpática caída al vacío que esa situación podría proporcionar.



A mitad de camino sucedió un hecho inexplicable, los tobillos de Marina, no sabemos si debido al calor, a la humedad del rio o a algún extraño fenómeno propio de esas latitudes, comenzaron a convertirse en mantequilla y comenzó a caerse. Yo la sujetaba del brazo sorprendido de ver cómo, quien es capaz de ir saltando por aristas a 3.000 mts de altura, parecía incapaz de dar un paso tras otro en un rio.


- Es que la montaña si se me da bien – me decía ella.


Y era cierto que se le notaba con un andar inseguro en el rio. Pero Marina, una mujer resuelta como pocas, no tardó en encontrar una solución al problema. Se agenció lo que ella denominaba “un palo” sobre el que apoyarse y así ir más segura. UN PALO????????????????? Os juro, que yo por más que lo miraba era incapaz de ver un palo en lo que yo definiría sin ninguna duda como….. “Una ramita”.



Siento decirlo, pero yo tenía razón, y así se demostró cuando al tener un traspié, Marina se apoyó en su “Palo-Ramita” y este se partió como la ramita que era. Sujeté con fuerza a Marina del brazo. El objetivo no solo era que Marina no cayera al rio, sino su mochila, que portaba todo su equipo fotográfico incluido el supe objetivo de Carlos.


Cuando conseguía ponerla en pie, Marina se volvía a desmoronar de nuevo como si tuviera pies de barro, y yo gritaba:


- Pero Marina por Dios!!!!! Te quieres poner de pie? Porqué estás tan patosa????


A Marina le entró la risa, risa que sumada a sus pies de barro hacían completamente imposible que se mantuviera en pie, y claro, a mí también me dio, así que tampoco podía sostenerla, por lo que los dos gritábamos, los dos reíamos y los dos nos caíamos, bueno, caer caer nos caíamos los tres, Marina, la mochila con el equipo fotográfico y yo.


Después de comprobar la resistencia del equipo de Marina y del súper objetivo de Carlos al agua, decidimos que por el bien del objetivo de Carlos, Marina nos esperaría en un banco de arena que teníamos al lado.

De Zambia (I)
Alfredo y yo continuamos hasta llegar a la piscina del diablo, un remanso de agua justo al lado del borde de la catarata donde podías bañarte y sacar la mano dejándola en el vacio viendo como el agua caía hasta el fondo.




Después de unos chapuzones, volvimos a recoger a Marina cruzando de nuevo el rio Zambeze. Sí, he dicho: “Cruzando de nuevo el rio Zambeze”. Y es que cuando estás allí, tienes que parar un momento, parar, recapacitar y ser consciente de donde estás y lo que estás haciendo, y cuando caes en la cuenta de que te encuentras en el corazón de África, en uno de sus ríos más emblemáticos, empujado por la corriente y a pocos metros de una de las cataratas más imponentes del mundo, sientes como ese instante es único, como el espíritu de la aventura te invade y eres consciente de que es uno de los momentos de tu vida que jamás olvidarás.




Al día siguiente visitamos en nuestro todo terreno el pequeño parque nacional de MOSI-OA-TUNYA, donde vimos algunas jirafas, cebras y gacelas. Este parque no resultó, al menos al principio, especialmente bonito, pero sí fue una primera toma de contacto de cómo serían nuestros safaris, ya que al ir solos, decidíamos porqué caminos meternos y nos bajábamos del coche con total libertad para explorarlo a nuestro antojo.


Cuando veíamos animales parábamos el coche y bajábamos buscando sentirnos lo más cerca posible de ellos. Vimos un varano enorme e intentamos acercarnos a él, salió corriendo, dejándonos tremendamente impresionados como sentimos bajo nuestros pies los fuertes pisotones que daba en su carrera evasiva.

De Zambia (I)


Por el resto, continuamos el día visitando el pequeño parque que no nos habría maravillado especialmente sino no fuera porque cuando ya íbamos volver a nuestro Backpackers nos cruzamos con un guía local que nos dijo saber donde había un rinoceronte. Fuimos en el coche tras él hasta que nos encontramos con el otro guía que le había alertado. Dejamos el coche y seguimos a pie al guía cuando, ante nuestro asombro, habíamos llegado andando a pocos metros de un imponente rinoceronte que descansaba plácidamente. Poco a poco y buscando la foto más cercana, conseguimos acercarnos a casi 4 o 5 metros del animal. Aun hoy pienso que habría pasado si le da por levantarse y correr hacia nosotros.



A pesar de siempre haber deseado acercarme todo lo posible a los animales salvajes, jamás hubiera podido imaginar que llegaría a estar tan cerca de un rinoceronte en plena libertad.

De Zambia (I)




Nuestro siguiente destino era el norte de Kafue y si bien podríamos haber hecho el camino más rápido por buenas carreteras por la ruta de Lusaka, decidimos cruzar el parque desde el sur, así aprovechábamos y pasábamos el mayor tiempo posible en plena naturaleza, inconscientes de que ese sería el comienzo de una gran aventura.

De Zambia (I)

De Zambia (I)

De Zambia (I)