Continentes

domingo, 27 de marzo de 2011

Expedición al Mar Rojo; Segunda parte: Explorando las pirámides

Escarpiiiiiin en la pirádime de Keops

Continuación de: Expedición al Mar Rojo; Primera parte: Viaje al Cairo

La noche fue movidita, Carlos se durmió enseguida pero Marina y yo estábamos animados y no podíamos dejar de hablar y reír. Para no despertar a Carlos nos bajamos a la discoteca del hotel, pero cuando vimos que en ella solo había hombres metiendo billetes entre las braguitas de unas chicas que bailaban, nos volvimos a la habitación corriendo sin entender la relación entre los bañadores que habíamos visto en la piscina y la ropita interior que habíamos visto en la discoteca.

Al llegar a la habitación y aunque nos parapetásemos en la bañera para que no se oyeran nuestras risas acabamos despertando a Carlos que nos gruñó en repetidas ocasiones.

A la mañana siguiente todo el mundo andaba quemado, Carlos porque no le habíamos dejado dormir y Marina y yo porque el día anterior acabamos hasta la coronilla de la Lonely, así que se la escondimos.

Cuando subimos a la habitación después de desayunar y viendo que Carlos puso la habitación patas arriba acabamos devolviéndosela.

Nos fuimos a visitar las pirámides con un taxista que el día anterior nos había ofrecido un buen precio por la visita y que acabamos adoptando como nuestro taxista particular.

Llegamos a Giza y por fin pude ver lo que durante tantos años había soñado, La imponente pirámide de Keops flanqueada por sus dos escoltas, Kefrén y Micerinos y detrás de ellas, un impresionante desierto.

Me acerque despacio a la pirámide de Keops, no me quería perder ningún instante, ninguna de las sensaciones que ese momento me estaba ofreciendo. Podía ver las inmensas moles de piedra que la formaban y todos los documentales que había visto sobre su historia se agolpaban en mi cabeza.

Nos enteramos de que estaba permitido entrar, así que no desperdiciamos la oportunidad. Si bien, la pirámide por fuera resultaba realmente impresionante, entrar en ella me defraudó, solo era un largo y estrecho pasillo en el que había que entrar agachado y que desembocaba en la sala del faraón, donde solo estaba el soporte donde yació su sarcófago y las paredes habían perdido todo su color.

Atardecer pirámide Keops


La cámara me había defraudado tremendamente, pero sin embargo, en ese momento por algún motivo me abstraje, de manera que el estado de la cámara dejó de tener importancia para mí y lo único que me recorría, era la sensación de encontrarme dentro del lugar construido como tumba para el faraón Jufu.

Cuando salimos de la pirámide, comenzamos a pasear por los alrededores y al llegar a la de Micerinos, un chacal subido en una de sus piedras nos observaba como quisiera darnos la bienvenida.

No me cansaba de deambular entre ellas, pero todavía nos faltaba una maravilla más por disfrutar, la gran Esfinge.

A pesar de encontrarse en pleno proceso de restauración ya que parece que “sufre una enfermedad” resultaba igualmente fascinante.

Cuando salimos nos dirigimos disparados a una especie de McDonalds pero en plan árabe con hamburguesas de Kebab o algo así, con la única intención de refugiarnos del calor y aprovecharnos de su aire acondicionado mientras nos hidratábamos, pero como los ánimos andaban algo caldeados desde la noche anterior, acabamos con un enfado pasajero que propició que Carlos se fuera por su cuenta al Museo Egipcio de El Cairo mientras Marina y yo nos fuimos con nuestro taxista a continuar nuestro tour.

Nos dirigimos visitar la más antigua de las pirámides, Sakkara, la primera pirámide escalonada de la que se tiene constancia.

La entrada impresiona, ya que se realiza mediante los restos de un enorme templo. El templo si era bonito, la pirámide no impresionaba mucho por fuera y además no permitían el paso a su interior, sin embargo a unos metros se encontraba una pequeña tumba donde si permitían el paso. El estado de conservación era excelente, los dibujos mantenían sus colores y estaba compuesta por varios pasillos y cámaras.

Pirámide de Keops y Esfinge


Había un vigilante que nos dijo que estaba prohibido hacer fotos y grabar video, aunque en realidad no estoy muy seguro de que no fuera uno que se había puesto ahí para recaudar algún dinero a cambio de dejar usar las cámaras.

Marina y yo pasamos el rato jugando al gato y al ratón con él hasta el punto de que el hombre se volvía loco persiguiéndonos cuando nos separábamos para despistarle.

Después nos dirigimos a visitar Menfis, la antigua capital del imperio egipcio, en la que a pesar de no quedar casi nada se conservan algunas estatuas realmente imponentes.

Regresamos al hotel y después de hacer las paces con Carlos y volver a refrescarnos en la piscina de los bañadores largos salimos a cenar a un pequeño centro comercial que había frente al hotel.

Nos metimos de nuevo en un MacDonalds local y de alguna manera acabamos hablando con el dueño, a quien después de mostrar su interés por visitar España, le pusimos la cabeza como un bombo hasta el punto de convencerle de que montara una franquicia en la Gran Vía.

Cuando regresamos al hotel Marina advirtió que le faltaba su acondicionador para el pelo, lo cual hizo entrar en un bucle momentáneo cuando le dije que no pasaba nada, que bajaríamos a comprar uno, a lo que respondió una y otra vez de rodillas en la cama:

- Pero si aquí no hay, aquí no hay, aquí no hay…..

Poco después se calmó y comenzamos a reírnos del tema.

Al llegar a la cama acabé derrumbándome, ya me estaba encontrando mal antes pero al llegar la noche rocé incluso el delirio. Resultó muy evidente que visitar las pirámides a 50 grados a la sombra sin cubrir la cabeza no resulta una buena idea. Víctima de una insolación de caballo me acurruqué con mis delirios en la cama mientras Marina me vigilaba.
Pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos


domingo, 20 de marzo de 2011

Expedición al Mar Rojo; Primera parte: Viaje al Cairo


Escritura árabe


Con solo el equipo de buceo facturado y con unas camisetas, unos pantalones y unos pareos embarcaba en el vuelo de Egypt Air junto a Carlos y Marina.

Era mi primer gran viaje fuera de España, por eso, entre que Carlos se había ocupado de toda la organización del viaje y que ellos habían visitado más países, yo me iba dejando guiar en todo, hasta tal punto que fue cuando me subí en el avión cuando se me ocurrió pensar… ¿Cómo nos vamos a comunicar allí?

La respuesta de Marina sonó tremendamente segura…

- En inglés.

Cuando aterrizamos en el aeropuerto de El Cairo, buscamos al contacto de la agencia Abando. Le encontramos y nos llevó a una furgoneta con dirección al hotel Zoser, en la Avenida de las Pirámides.

Para llegar al hotel había que atravesar El Cairo, por lo que asomados por las ventanas mirábamos inquietos y comenzábamos a familiarizarnos con el caos de la ciudad, mientras el guía intentaba convencernos de los beneficios de contratarle a él y a su amigo para que nos enseñaran la ciudad durante los tres días que pasaríamos allí, antes de dirigirnos a Sharm el Sheikh a explorar las profundidades del Mar Rojo.

Al llegar al hotel por fin nos deshicimos de nuestro proyecto de guía y nos encontramos con nuestra primera sorpresa.

Carlos había reservado una habitación doble con una cama supletoria para los tres. Marina y yo nos quedamos extrañados, sobre todo sabiendo que Carlos a las diez o como muy tarde a las diez y media recibe todos los días de manera puntual la visita de Morpheo y cae rendido en sus brazos, pero en fin, cuando estábamos a punto de acabar de acoplarnos recibimos la segunda sorpresa. La cama supletoria, que por supuesto me tocó a mí, estaba coja.

Por supuesto protestamos. Tercera sorpresa: lo último que nos podíamos esperar es que la solución que nos ofreciera un hotel de cuatro estrellas fuera calzar la pata de la cama con un plato de comida para perros, pero como estábamos agotados del viaje, accedimos con tal de quedarnos por fin solos.

Cama en el Hotel Zoser de El Cairo: Egipto


Al día siguiente Carlos, Lonely Planet en mano nos levantó bien temprano con intención de recorrer todas las mequitas que recomienda la guía.

Al salir del hotel cogimos un taxi, y fue ahí cuando me di cuenta que lo que Carlos y Marina sabían decir en inglés era:

- “How much?” Y “very expensive”

Por lo que haciendo memoria de las clases de inglés del instituto me convertí sin comerlo ni beberlo en el traductor oficial de la expedición.

El caso es que con el primer taxi que cogimos pudimos comprobar el tremendo caos que es el tráfico en El Cairo, los coches tienen una especie de idioma que interpretan con el claxon, un “pi” significa hola, dos, apártate, tres, disculpa, dos cortos y uno largo, luego nos vemos, en fin, es como una especie de código morse egipcio.

Además, la existencia de pasos de cebra, semáforos y policías de tráfico son meramente ornamentales, ya que no se respeta a ninguno de ellos, por no hablar de las veces que en las grandes avenidas se meten en dirección contraria con la mayor tranquilidad del mundo.

Creo que a mitad de la mañana ya había perdido la cuenta de todas las mezquitas que habíamos visitado, entre tanta mezquita, el tráfico, el insoportable calor de El Cairo y Carlos anunciándonos las siguiente cuarenta mequitas que quería visitar me encontraba agotado.

Mezquita en el Cairo: Egipto


Cuando llegó la hora de comer no teníamos hambre, al beber tanta agua para aliviar el calor teníamos el estómago lleno y éramos incapaces de comer nada.

Por fin llegamos a visitar el Zoco, el mercado de Khan el Khalili, donde todos los comerciantes pretendían llamar nuestra atención de cualquier manera diciéndonos a nuestro paso:

- Eh, Antonio Banderas (como llevaba el pelo largo, les valía como excusa simpática)

- Pasa aquí.

- Catalán? Madrileño?

- Eh, pasa aquí, yo engaño menos (y no se ponían ni colorados)

Zoco en el Cairo: Egipto


Fuimos de tienda en tienda, entrabamos e intentábamos regatear, digo intentábamos porque pasábamos más tiempo discutiendo entre nosotros que con el tendero.

Quisimos ira tomar un té al café de los espejos, ¿por qué en el café de los espejos? Pues porque lo decía la Lonely, como no.
Minarete en el Cairo, Egipto



Después de visitar dos o tres mezquitas más y subir a otros tantos minaretes volvimos al hotel en busca del fresquito de la piscina y del aire acondicionado.

Cuando llegamos a la piscina nuestra sorpresa fue total, los hombre iban en bañador como en cualquier sitio, pero los bañadores de las mujeres eran como pijamas con burka, ya que les cubría desde los pies hasta la cabeza.

Por fin cayó la noche acompañada de una temperatura mucho más soportable que el calor del día. Salimos a dar un paseo y acabamos de nuevo en el Khalili, un Zoco árabe ha de visitarse siempre de día y de noche, es como si fueran diferentes.

Por fin decidimos en que restaurante meternos, uno que encontramos paseando fuera del Zoco y que no estaba destinado a turistas.

Cuando por fin volvimos al hotel mi sensación era muy distinta a la esperada. Desde pequeño siempre había querido ir a Egipto, el mundo egipcio, las pirámides, los faraones, el Nilo… no era la imagen que transmitía El Cairo. La imagen que te llevas cuando visitas la ciudad es más bien de mundo árabe puro, mezquitas, minaretes, tumbas árabes… pero de mundo egipcio nada, ni siquiera logramos encontrar a nadie que nos llevara a un supuesto cementerio Copto que nos indicaba la guía.

En fin, al día siguiente tocaba visitar las pirámides y por fin podría tomar contacto con ese mundo que tanto me hizo soñar cuando era pequeño.

Continua en: Expedición al Mar Rojo; Segunda parte: Explorando las pirámides
Zoco en el Cairo, Egipto


Interior de Mequita en el Cairo, Egipto



domingo, 13 de marzo de 2011

Costa Rica: Expedición a un volcán activo.

Volcán el Arenal, Costa Rica
De El Arenal


Continuación de: Expedición a Tortuguero (Costa Rica)


Queríamos llegar a tiempo, ya que de ello dependía que nos diera tiempo a emprender nuestra próxima aventura, la visita a un volcán activo en el Arenal.

Emprendimos camino hacia nuestro nuevo destino emocionados por lo que allí nos esperaba, pero pronto, esa ilusión quedó temporalmente aparcada cuando comenzamos a maravillarnos mientras conducimos y continuamos descubriendo este maravilloso país.

En la carretera hacia el Arenal, poco antes de entrar en el Parque Nacional de Braulio Carrillo descubrimos unos buitres dándose un festín con un caballo muerto.
Lo cierto es que mientras conduces por allí, puedes ver estampas que a pesar de ser de lo más normales y  naturales, en nuestro mundo occidental son difíciles de ver, entre otras cosas, porque estamos demasiado acostumbrados a conducir por autopistas, mientras que nosotros íbamos atravesando pueblecitos y viendo como la gente vivía en la calle.

Por fin llegamos al Arenal, atravesamos el pueblo y nos dirigimos a buscar nuestro hotel, deseando dejar las cosas y descansar.

Por fin, después de alejarnos unos cuantos kilómetros del pueblo localizamos nuestro hotel.

Yolanda se había encargado de realizar la reserva, yo no sabía nada, solo que era un hotel algo mejor que los sitios donde habíamos dormido, por lo que esperaba algo similar a un hotel equivalente a un dos o tres estrellas en España, que inocente…

Cuando por fin llegamos a las instalaciones del Arenal Lodge los ojos se me abrieron como platos de sopa. La entrada te hacía subir una pequeña colina en el coche hasta llegar a la recepción, mientras ibas dejando al lado algunas cabañas de lujo con unos ventanales impresionantes. He de reconocer que incluso en ese momento, todavía pensaba que a pesar del aspecto del lugar, nos instalaríamos en algún ala del complejo bastante más económica (es la costumbre que tengo en mis viajes).

Cuando por fin nos dieron la llave y nos dirigimos a nuestra habitación, mi asombro se desbordó por completo. Esta se encontraba en un adosado y tenía un enorme ventanal con unas vistas hacia el impresionante volcán que me dejaron con la boca abierta.

La habitación tenía dos camas que cada una de ellas debía tener dos metros de ancho, unos sillones comodísimos y lo que más disfrutamos, llegando incluso a recrearnos, el cuarto de baño y la ducha, que después de las aventuras que habíamos corrido y de que nuestras últimas duchas en Tortuguero fueran con agua del rio, disfrutamos enormemente.

Después de cenar intentábamos vislumbrar algún atisbo de lava en el volcán, cosa que conseguíamos fugazmente ya que la ladera más activa se encontraba en el otro lado.

Al levantarnos al día siguiente por fin pudimos ver la enorme columna de humo que el volcán despide de manera constante.
Nos dirigimos a visitar la Catarata de La Fortuna, un salto de agua de unos 70 metros en un paraje verde y frondoso donde después de bajar la fuerte pendiente me decidí a darme un chapuzón. Me impresionó como la cascada empujaba el agua de forma que incluso resultaba difícil acercarse a ella.
Por la tarde nos dirigimos a disfrutar del Volcán del Arenal. Llegamos en coche a las puertas del Arenal Observatory Lodge, donde comenzamos una agradable caminata de unos 30 minutos por la selva hasta llegar a un claro con unas vistas impresionantes del volcán.

Aun era de día, y fuimos casi los primeros en llegar, por lo que pudimos coger buena posición. Si, parece mentira, pero poco después ese lugar se llenaba de gente que incluso llevaba neveras con bebidas.

Por suerte, al llegar pronto, pudimos disfrutar del silencio y la tranquilidad mientras con nuestras cámaras perseguíamos a una pareja de tucanes que jugueteaban de árbol en árbol y nos maravillaban con su canto.
Poco a poco el volcán fue reclamando nuestra atención. De repente oíamos un enorme estruendo y cuando mirábamos veíamos como ladera abajo caían unas rocas gigantescas desde el cráter.
El atardecer dibujaba tras el volcán un precioso juego de colores además de empezar a dejarnos vislumbrar con la oscuridad que poco a poco se hacía más notable, los vivos colores de la lava incandescente que acompañaba a las rocas que caían.
Cuando por fin cayó la noche el espectáculo se intensificó, pudiendo ver el volcán en plena acción. No solo la vista era espectacular, los sonidos del volcán te sobrecogían, mostrando la fuerza de la naturaleza en acción.
Poco después nos dirigimos al pueblo con intención de completar nuestro deleite con una cena como Dios manda en uno de los restaurantes de la calle principal, después de dar un tranquilo paseo por el lugar y recorrer casi todas las tiendas buscando hamacas.

Cuando al día siguiente nos dirigíamos a desayunar tuve que agacharme de repente cuando dos papagayos hicieron un vuelo rasante sobre mi cabeza. No era consciente de lo grandes que eran hasta que no los vi de cerca.
Resultaban muy accesibles, ya que por lo que se ve, estaban muy acostumbrados a los turistas, por lo que al posarse en un árbol cercano nos acercamos a observarles de cerca. Como vi que comían frutos de las ramas, cogí uno y se lo ofrecí a uno de ellos, dio buena cuenta de él y casi de mi dedo, ya que me llevé un buen picotazo.

Yolanda se animó y también le ofreció uno, pensando que sería más cuidadosa que yo y no saldría lesionada, pero con ella el papagayo se animó aun más e incluso le hizo una herida en el dedo.
Poco después disfrutábamos nuestro último desayuno en el Arenal Logde, amenizado por algunos pajarillos que revoloteaban en los arboles cercanos, e incluso algún simpático colibrí que también tomaba su desayuno de las flores.
Nuestro viaje llegaba a su fin cuando tomamos rumbo a San José para que Marina cogiera su vuelo.

Nosotros pasamos una noche más en La Alajuela antes de finalizar una de las experiencias que con más cariño solemos recordar.
Cascada de la Fortuna en Costa Rica
De El Arenal

Cascada de la Fortuna en Costa Rica
De El Arenal