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domingo, 30 de mayo de 2010

LA TERMINAL: India



De LA TERMINAL
Aterricé en el aeropuerto de Delhi, cuando salí del avión oía a una señorita que gritaba:

- Passengers in transit!!! Passenger in transit!!!!

¿Pasajeros en tránsito? Hombre, pues si vengo de Moscow y voy a Katmandú y sólo tengo que esperar 5 horas pues es evidente que yo estoy en tránsito ¿no? Así que respondí:

- Yo!!! Yo estoy en tránsito.

Respondmos yo y el resto de los pasajeros que también lo estaban. Nos apartaron y nos hicieron esperar en un rincón mientras otra señorita comprobaba que los que allí esperábamos aparecíamos en una lista que ella tenía. Iba diciendo nombres y la gente decía “yo”. Yo veía que no me nombraban, en fin, me dejarán el último, y esperando y esperando… se acabó la lista y yo no aparecía.

Se llevaron a todo el grupo y empezaron a hablar unos con otros buscando el motivo de porque no tenían previsto mi llegada.

Yo no podía entender el motivo de tener que aparecer en la lista,

- A ver, si da igual, mira la factura de mi vuelo donde dice a qué hora sale

Pues nada, ya podías tener autorización gubernamental que sino estabas en la lista no había manera de salir de ese rincón.

Me pidieron el pasaporte y se fueron a investigar. Después de media hora por fin apareció una señorita y me dijo que me habían encontrado y que podía pasar a la zona de tránsito.

- Genial!!! Pensé.- ya cansado de estar allí esperando.

Cuando llegué a la zona de tránsito me indicaron que esperara ahí, que en el primer mostrador (que estaba vacío) llegaría alguien y me daría mi tarjeta de embarque.

Esperé paseando cerca del mostrador y como vi que no aparecía nadie pregunté a uno de los que pasaba por allí que tenía pinta de trabajar en el aeropuerto.

Me dijo que tenía que esperar, que no sabía cuando vendría alguien.

Así que para entretenerme decidí ir a ver que había en la zona de tránsito, mirar tiendas, etc.

Mi sorpresa fue que la zona de tránsito se componía de dos pasillos de unos 30 mts cada uno y un restaurante en una planta superior. El Duty Free estaba detrás de un control de policía, por lo que no pude mirar tiendas.

- En fin, me tomo algo, hago tiempo y ya está, he conocido aeropuertos mejores pero esto es lo que hay.- Pensé resignado.

Cuando salí del restaurante pensé que ya era momento de que hubiera alguien en el mostrador, pero nada, era “el mostrador desierto”.

Pregunté a otro que tenía pinta de encargado. Se interesó y me pidió el pasaporte, me dijo que esperara y desapareció.

Pensé que no era muy normal el hábito que tenían en ese aeropuerto de irse con tu pasaporte y dejarte ahí, pero en fin, sólo quería que me dieran mi tarjeta de embarque y poder pasar por fin a la zona del Duty Free.

Al rato volvió el hombrecito y me dijo que había un problema, que no aparecía en ningún vuelo.

- Mira, esto no puede ser, yo tengo aquí mi factura y yo tengo que estar registrado para volar.

Miró mi factura, pareció entenderlo y volvió a irse con mi pasaporte. Yo no podía entender porqué no se llevaba mi factura para validar los datos, pero en fin.

Cuando volvió me dijo que ya me había encontrado, que es verdad que aparecía, pero que mi billete aparecía cancelado.

- Cancelado??????????

No me lo podía creer, le expliqué por activa y por pasiva que eso no podía ser posible, que yo no había cancelado mi billete y si yo no lo cancelo nadie puede cancelarlo, que estaba pagado, y que si había alguna incidencia no era mi problema y que me lo tenían que resolver.

Otra vez con muy buena voluntad se marchó y cuando volvió no había conseguido nada.

Yo ya no sabia como explicarle que me tenían que dar una solución, pero su mirada que no sé si significaba “no entiendo lo que me dices” o “lo entiendo perfectamente pero me da igual” no me animaba demasiado.

La pasividad y la incompetencia que estaba observando consiguieron que me diera por vencido.

- Vale, muy bien, mi billete cancelado. A ver que solución me ofreces.

- Que te compres otro billete, sale un vuelo en dos horas y podrías volar en él.

No me podía creer lo que me estaba pasando, pero estaba claro que era la única opción que tenía para poder continuar mi viaje y no perder más tiempo allí.

- Pues venga, vale, me compro otro, vamos al mostrador de la compañía.- Le dije mientras me colocaba la mochila y poniéndome en marcha con intención de que me guiara donde fuera que tuviera que comprar el nuevo billete.

- Ya, pero es que tu no puedes venir.

- Cómo???????????

- No, el mostrador de la compañía esta fuera de la zona de tránsito, y tú no puedes salir de aquí sino tienes un visado o una tarjeta de embarque.

Yo no daba crédito a lo que me estaba pasando.

- Y entonces como compro el billete????????

- Déjame tu pasaporte, tu tarjeta visa y yo te lo compro.

Supongo que a primera vista te parecerá una locura y no podrás entender como pude darle mi visa y mi pasaporte, pero estaba claro que por cabezón que me pusiera no conseguiría nada, así que accedí.

Al rato volvió con mi visa, mi pasaporte y por fin con una tarjeta de embarque con destino Katmandú.

- He conseguido que pagues clase turista pero que viajes en primera.

- OHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!! Qué alegría!!!!!!!!.- debió pensar que pensé

En fin, después de soltar 320 $ por el billetito, por fin pude comenzar mi viaje a Nepal: Las tierras altas del norte (El Himalaya).

Cuando llegué de nuevo a la India, al aeropuerto de Delhi de vuelta de mi ultima aventura en NEPAL.( Las tierras bajas del sur, Valle del Terai) Tenía claro lo que tenía que hacer.

Al aterrizar volví a oír la misma llamada:

- Passengers in transit!!! Passenger in transit!!!!

Yo sabía que lo último que podía decir era que estaba en tránsito, así que continué hacia la salida.

Como tenía 15 horas de diferencia entre un vuelo y otro pensé en salir a conocer Delhi, al menos daba un paseo y podía conocer algún rincón de la ciudad.
Bajé unas escaleras y me puse a rellenar la típica tarjetita de inmigración, acabé el primero y me dirigí a los mostradores de salida. El señor que estaba ahí cogió mi tarjeta de inmigración, rellenó una hoja, luego mi pasaporte, lo hojeó y….

- ¿Y su visado?

- Si, claro, dígame, ¿cuánto es?

- No, que no tiene visado

- Ya, ya lo sé, por eso, dígame, ¿cuánto es?

- Pero sino tiene visado usted no puede pasar, dónde se va a alojar.

- No sé, no lo tengo pensado, de todas formas, usted dígame cuanto cuesta un visado temporal, se lo pago y santas pascuas.

- Pero usted,¿ cuanto tiempo tiene pensado pasar en India?

- 15 horas.

- Ah, entonces usted es un pasajero en tránsito.

- NO NO NO NO, yo no estoy en tránsito, eso es cuando tienes pocas horas, yo tengo 15 y NO NO NO, yo estoy en cualquier cosa menos en tránsito!!!!!.

Yo lo ultimo que quería es que nadie dijera que yo estaba en tránsito y que me enviaran de nuevo a los pasillos de la otra vez, me veía de nuevo comprando otro billete.

De nuevo me vi explicándole a un indio con cara de cuéntame “El Quijote” si quieres que yo no estaba en tránsito y que no podía volver a esa zona.

Pues eso, como si hablara con una pared, así que me tuve que dar la vuelta, me dirigí a uno de los trabajadores del aeropuerto y le conté la misma película por si podía encontrar algún truco con el que salir de allí, pero no hubo manera, al final me agarré al único clavo que me quedaba:

- Mi equipaje, eso es, mi equipaje, tengo que recogerlo, porque estará en la cinta y no necesito salir de aquí para ir a por él.

- No, yo me encargo, apúnteme aquí su número de vuelo y su nombre, yo se lo localizo y me encargo de que llegue a Madrid.

- No lo entiende, me tengo que asegurar que llega, que luego se pierde y pasan cosas y tal.

Con cara de solemnidad me respondió:

- No se preocupe, que su equipaje llegue a Madrid, es mi responsabilidad.

Este a lo mejor se pensaba que era capaz de trasladarme algún tipo de confianza, pero una vez más era imposible hacerles bajar del carro, así que resignado tuve que volver a la zona de tránsito condenado a pasar allí las siguientes 15 horas.

Cuando entré vi mucho revuelo, unas cuantas personas hablaban con algún responsable del aeropuerto. Oí hablar a una chica del grupo y resulta que era mejicana, le pregunté qué pasaba y me contó;

Resulta que venían de Katmandú y tenían conexión con un vuelo destino a Londres, como el vuelo de Katmandú llevaba retraso pidieron al piloto que avisara al otro avión para que les esperara ya que tenían muy poco tiempo desde la llegada a la salida, pero el vuelo a Londres no les esperó. Ahora estaban allí y no podían hacer nada, ni salir, ni ir a comprar otro billete, ni nada, y para colmo, cuando se lo contaban al indio les ponía la misma cara que a mí.

Continué hablando con más gente, y es que resulta que eso parecía un agujero negro, ahí llegaba la gente pero nunca sabía cuándo iba a salir.

Conocí a un matrimonio norteamericano que tuvo que comprar dos billetes para poder volver por 6.000 $, una pareja de suecos a los que tampoco habían dejado salir a Delhi, una venezolana que no me enteré muy bien de qué le pasaba pero que tampoco sabía cuándo saldría de allí, incluso me dijeron que había una mujer que llevaba allí 30 horas y todavía no sabía cuándo iba a salir.

Yo aún no sabía si tendría mi tarjeta de embarque o, como la vez anterior, tendría que comprar un billete de nuevo y mis dudas crecían al ver semejante desbarajuste.

Con tanto tiempo por delante me dediqué a explorar más la zona, resulta que el restaurante de la planta de arriba disponía de un lounge que al que te dejaban pasar 3 horas por el módico precio de 19 $, por lo que compré dos pases, uno para disfrutarlo al principio y me reservé el otro para el final.

Coincidí también con tres españoles que tenían 12 horas de espera. Con tanto tiempo por delante decidimos darnos a la bebida y disfrutar de la fiesta de la cerveza, por lo que nos acomodamos en el restaurante y pedimos para empezar cuatro cervezas con limón, pero al ver que nos clavaron 9 € por cada una, decidimos que el alcohol no iba a hacer que nuestra espera fuera más corta.

Pasé el tiempo entre el lounge (que tenía refrescos, picoteo, tele e internet a ratos) y hablando con unos y con otros. La pobre mejicana estaba completamente desesperada, no veía forma de salir y ahí nadie les ofrecía una solución, a las pocas horas la tenía casi convencida de que escribiera a los periódicos de su país y llamara a su embajada.

Las horas pasaban muy lentas, y la sensación de estar encerrado en esa zona sin posibilidad de salir cada vez te hacia identificarte mas con Tom Hanks, y es que los que estábamos allí ya nos referíamos a la zona de tránsito como “LA TERMINAL”

Por fin y dos horas antes de la salida de mi vuelo llegó otro señor del aeropuerto avisando a los pasajeros del vuelo a Madrid, nos reunimos todos en torno a él y de nuevo sacó una lista y comenzó a recitar nombres, yo ya temblaba.

Por fin dijo mi nombre, esto parecía pintar mejor. Cuando te nombraba le tenías que dar tu pasaporte y te apuntaba en otra nueva lista, y cuando tuvo todos, se marchó.

Yo no daba crédito, el tío llevaba todos los pasaportes en la mano, resultaba muy fácil que uno se le pudiera deslizar, caerse y perderlo.

Al rato volvió con las tarjetas de embarque, él decía el nombre y tu decías ”yo” y te daba la tarjeta junto con el pasaporte, pero ni te miraba a la cara, vamos, que si decía Mikel Jackson y tu decías yo, él te lo daba. Eso era un despropósito tras otro.

El caso es que por fin tenía mi tarjeta de embarque, crucé sin problemas el control y por fin pude regresar a casa.

Antes de irme me despedí de la mexicana que aún no sabía cuando iba a salir de ahí. Me llevé la idea de que lo de la mujer que llevaba 30 horas era un bulo, no estoy seguro, si alguien pasa por allí y oye que hubo una mexicana que llevaba un montón de horas que me lo diga, estoy seguro que eso va pasando de boca en boca por todos los que allí esperan y se acaba convirtiendo en una leyenda.

Si alguien busca un destino de aventura, que pase en tránsito por “LA TERMINAL”, salir es la aventura.

domingo, 23 de mayo de 2010

NEPAL. Las tierras bajas del sur, Valle del Terai.


Continuación de: Katmandú: La tierra media.

Mi amigo el camarero ya tenía listo mi billete y mi alojamiento en Sauraha, la pequeña localidad del valle del Terai que se encuentra justo en la entrada de la reserva de Chitwan, por lo que a la mañana siguiente cogí mi autobús con destino a mi próxima aventura en las Tierras bajas del sur.

El autobús estaba bastante bien, a ver, no era un autobús como los de aquí, pero por lo menos iba todo el mundo sentado.

Mi amigo el camarero, supongo que con toda su buena intención me había sacado un billete en un autobús “Air-Conditioning class” que sonar suena bien, pero al sentarte descubres qué es lo que significa para ellos el aire acondicionado. Claro, yo supongo que ellos piensan que con se mueva el aire es suficiente como para que sea acondicionado, por lo que colocan un mini ventilador al lado de cada asiento con un interruptor de perilla, luego rotulan el lateral del autobús con un “Air-Conditioning class” y se quedan más anchos que largos.

En fin, como tampoco hacía tanto calor, me dediqué a disfrutar del viaje. Supongo que a los que me vieran desde fuera les debería de parecer un mono enjaulado, ya que iba pegado a la ventana maravillándome con la gran variedad de paisajes que pude recorrer en esas 5 horas (casi 6) de viaje hasta llegar a Sauraha.

Cuando llegué allí me esperaba en “la parada de autobús” (por definirla de alguna manera) un chavalín que no creo que superara la mayoría de edad en un 4x4 por los pelos. Digo por los pelos porque cuando decimos un 4x4 nos esperamos otra cosa, y esto era un Suzuki de los pequeños, al que para cerrar la puerta tenías que echarle un pestillo como el de los de los cuartos de baño.

Me llevó al Edén Jungle Resort, un Lodge tremendamente sencillito con jardín precioso y unas habitaciones aceptables por los pelos, que a mí me parecieron una mansión.

De Nepal. Tierras bajas del Terai

De Nepal. Tierras bajas del Terai

Esa tarde no me daba tiempo a hacer ningún safari, por lo que un guía me enseñó el pueblo y un pequeño museo que tienen en la aldea.

Mientras íbamos paseando, mi guía me hizo una muy buena introducción de donde nos encontrábamos, contándome las características de la zona y poniéndome en antecedentes de la historia del pueblo Terai, un pueblo realmente fuerte y sobre todo, orgulloso de que ni guerras, ni invasiones, ni los ataques de los animales, ni la malaria hayan sido capaces de echarles de sus tierras.

De Nepal. Tierras bajas del Terai


A la mañana siguiente por fin comenzaba mi primera aventura, un safari a pie durante todo el día por la jungla.

Antes de comenzar, el director del Lodge me dijo que me esperara porque me iba a acompañar un guarda armado. Bueno, me pareció lógico, vamos a la jungla y siempre que he hecho safaris a pie el guarda iba armado, la sorpresa fue cuando apareció el guarda y me enseña su arma, ¡¡¡Una vara de bambú!!! Claro, enseguida pedí permiso para poder ir armado yo también, así que me dieron otra vara y nos pusimos en camino con nuestras dos varitas de bambú

Primeros montamos en una piragua que nos llevo río abajo durante dos horas y bordeando la jungla, nos dejó en la orilla y ahí comenzamos a caminar.

Antes de de empezar a andar el guarda me informó de los peligros de la jungla, los animales que suelen atacar, como suelen hacerlo y la mejor manera de defenderse.

• El rinoceronte ataca siempre y corre muchísimo, por lo que hay que intentar buscar el árbol más cercano y subirse a él como alma que lleva el diablo.

• El elefante ataca siempre también, por lo que tres cuartas de lo mismo (nota: o corres mucho o que el árbol sea muy grueso, sino lo derriba)

• Al tigre hay que mirarle fijamente a los ojos, no moverse y llegado el momento alejarse muy lentamente sin retirarle la mirada directa.

• Al oso perezoso no le gusta que le miren, por lo que si ataca cúbrete la cara porque irá a por tus ojos, tenemos que juntarnos, gritar y hacer mucho ruido.

• Mira bien al suelo para no pisar serpientes.

• Ojo al acercarte al río en las paradas de descanso porque hay cocodrilos enormes

Y ya no recuerdo si me habló de algún peligro más. El caso es que a mí me extrañaba tanta insistencia con los ataques de animales. En mis viajes a África he estado cerca de muchos, elefantes, rinocerontes, leopardos, búfalos, cocodrilos, etc. Y un animal es muy raro que ataque si no se siente atacado.

Con mis dudas comencé a preguntar:

- ¿Y suele haber muchos ataques de tigre?

- No, que va!!! Hace un año si hubo un ataque de un tigre a un turista y lo mató.

- Ah!

Al rato….

- ¿Y sólo ha habido ataques a turistas?

- No, hace unos meses un tigre atacó a una aldeana.

- Ah!

Al rato….

- Y de elefantes? Hay muchos ataques?

- Nooooo, no muchos, hace año y medio un elefante doméstico también mató un turista.

- Ah!

Otro rato después…

- Pero los ataques sólo son de los domésticos?

- No, hace unos meses un elefante salvaje mató uno doméstico y a su cuidador.

- Ah.

No hay muchos ataques de animales decía!!! Entre pitos y flautas cada pocos meses se liaba una!!!!

El caso es que a mí me continuaba extrañando tanto ataque y tanto peligro, seguía teniendo el recuerdo de África, donde no se respira tanto peligro.

Un par de horas después comencé a entender el porqué de tanto riesgo.

Se juntan dos factores. Uno, la cercanía de la población con la fauna salvaje y la constante lucha por los terrenos. Los animales al ver cada vez más reducido su espacio, se acercan a las siembras de las aldeas y eso produce confrontaciones. Y dos, esa jungla es terriblemente espesa, por lo que cuando ves un animal, o mejor dicho, cuando te ve él a ti, lo tienes encima y él en esa corta distancia se siente atacado, o al menos amenazado, por lo que su reacción natural es atacar para defenderse. Bueno, esa era una explicación que deduje al ver lo cerrada que era la selva, más adelante podría comprobarlo.

De Nepal. Tierras bajas del Terai


Continuábamos nuestra marcha, en ocasiones podíamos ver huellas de cualquiera de los animales que íbamos buscando, osos, rinos, tigres… hasta que de repente mi guía me hace una señal para que guarde silencio y me agache.

De Nepal. Tierras bajas del Terai

Empieza a hablarme en susurros y casi no le entiendo, le hago un gesto con la mirada como preguntando qué es y oigo que dice la palabra mágica…

- Tiger

- Qué?????????

- Tiger .- vuelvo a oír entre susurros mientras me señala la maleza.

Y de repente veo moverse algo enorme entre las hojas, no soy capaz de distinguir su silueta entre tanta espesura, pero puedo ver como un enorme animal de color rojizo claro se va moviendo lentamente. Nada más empezar y tenía un tigre enorme ante mí!!!!!!! Saco la cámara, intento enfocar, imposible, sólo se ve el color moviéndose lentamente hasta que desaparece.

El enorme animal no estaría a más de 25 mts de nosotros y casi no era capaz de distinguirlo, mi pulso se había disparado de la emoción, tanto de ver a un tigre como de tenerlo tan cerca. Yo miraba al guía y como le veía tranquilo e incluso acercándose yo también lo estaba y por supuesto, le seguía intentando estar lo más cerca posible de tan magnifico animal, la pena es que no fue por mucho tiempo, ya deslizándose en la espesura desapareció.

Yo estaba loco de emoción, no es fácil ver un tigre y aunque no lo hubiera visto con claridad, había estado realmente cerca.

- He visto un tigre!!!!- le dije emocionado al guía.

Este miro a nuestro alrededor y extrañado me preguntó:

- Dónde?

- Cómo que dónde? Si me lo has señalado tú!!!!

- No, tiger not, “tier” (me respondió en inglés)

Se me debió quedar la cara de tonto de mi vida. Resulta que “tier” pronunciado “taier” me había sonado igual que la pronunciación de tigre en inglés “taiger”. Tier, en inglés, es una especie de ciervo, el de las pintitas blancas, para ser más grafico, la madre de Bambi. Y claro, yo que con esa selva tan espesa sólo podía ver algo enorme moverse con el mismo color rojizo que un tigre y encima como me hablaba en susurros no le entendía casi nada, me había montado solito la película que yo quería ver, así que después de dejar mi gozo bien guardadito en un pozo, continuamos la marcha.

No fue mucho después cuando por fin a mi guía se le borro la sonrisa que se le puso al ver mi cara de tonto, por lo que olvidamos rápidamente el “malentendido”.

Continuamos andando y me fue señalando algunos animales, no muchos, y es que como digo, es realmente difícil ver algo allí.

Por fin salimos a un claro. “Un claro” significa que ya no hay árboles, pero no significa que se vea mucho, ya que la hierba debía medir cerca de los dos metros.

Fue ahí cuando mientras caminábamos de repente oí detrás de mí, que digo detrás, la sentí prácticamente encima, la monumental respiración de lo que sin duda era un animal enorme, al guía le cambió la cara.

- Un rino. Corre!!!!!!!!!! – Esta vez su cara ya no era divertida, sino que podía leer en su frente “SUSTO”

Salimos corriendo como alma que lleva el diablo, hay que ver el guía de la vara la carrera que se dio. Yo iba detrás, corriendo porque él me lo había dicho, pero queriendo darme la vuelta para poder ver al rino que es lo que quería, pero al verle correr tanto pensé que era mejor hacerle caso.

De Nepal. Tierras bajas del Terai

Cuando paramos el no dejaba de mirar a ver si nos había seguido.

- No, no nos sigue, le dije.

Pero él parecía no fiarse de nada y estuvo un rato asegurándose.

Continuamos y a veces me señalaba entre la maleza algún grupo más de ciervos, difíciles de ver, bien por la distancia, bien por la espesura.

Más adelante si me enseñó un animal que de verdad no esperaba encontrarme allí. En otras ocasiones cuando lo había visto, están en parques como el retiro, o recuerdo ver algunos en una islita que hay cerca de Benidorm cuando era pequeño, pavos reales!!!

De Nepal. Tierras bajas del Terai


El sol pegaba fuerte y pensando que al decirme que el safari de todo el día, no seria en realidad de todo el día, me había llevado sólo una botella de litro y medio de agua, me llegó justo para la hora de comer.

Hicimos un alto cerca de un río, donde por cierto, descansaba un enorme cocodrilo y vi como el guía sacaba de su mochila algunos taper.

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- Bien!!! La hora de comer – pensé.

El guía, muy resuelto saco una bolsa de basura nueva, yo pensé:

- Qué apañado, para no dejar nada de basura aquí.

Cuando la extendió con mucho cuidado en el suelo y sobre ella me sirvió arroz, pollo y puré de lentejas. Jamás habría imaginado que usaría una bolsa de basura a modo de plato.

Después de comer aún nos quedaba un largo recorrido de vuelta, el calor era asfixiante y no nos quedaba agua. Entramos en una zona que se había quemado hace poco, por lo que la sequedad del ambiente contribuía aún más a nuestra sed.

Seguíamos huellas de tigres, estaban por todas partes, pero el guía decía que eran muy esquivos y sobre todo solían moverse por la noche, por lo que a pesar de decirme que las huellas eran recientes, de alrededor de una hora y media, sería muy difícil encontrarle.

Al desviarnos para regresar a Sauraha, a mitad de camino de nuevo el guía se volvió a agachar de repente.

- Qué pasa? .- Le pregunté-

Me mandaba callar y miraba en la espesura mientras me hacia señas insistentes de que me agachara.

- Elefantes, allí.

Yo miraba y miraba y no veía elefantes por ningún lado, y eso que no son precisamente pequeños…

Me hizo la seña de que corriera agachado, por lo que de nuevo, como alma que lleva el diablo pero en una posición más cómica comenzamos a correr de nuevo.

Me paré y por fin, en la distancia pude vislumbrar los lomos de dos elefantes, muy lejos pensaba yo, al menos para lo que estaba acostumbrado, pero de nuevo la cara del guía expresaba mucha preocupación. Estaba claro que allí, los animales son realmente peligrosos.

Más adelante me explicó que los Elefantes además son muy inteligentes y que si sienten tú presencia son capaces de dar un rodeo para tenderte una emboscada.

Allí, y debido a las confrontaciones con los humanos, en muchas ocasiones una cría de elefante puede ver como los hombres matan a su madre y dicen que un elefante nunca olvida eso, es más, que crea un sentimiento de venganza para toda su vida contra el hombre.

Hicimos una última parada, como estábamos sedientos, el guía con un cazo hizo un agujero en el suelo cerca del río para llenarlo con el agua que se filtra hacia él. Como estará el río que ni los de allí beben de él. Me ofreció el agua y agradeciéndoselo le dije que no, cómo se me iba a ocurrir a mí beber agua de allí.

Cómo? Pues con mucha sed, porque a los cinco minutos le dije que sí y bebí, total, es agua que se filtra de la tierra, no es como la de el río que vete tú a saber qué lleva.

Poco después estábamos de regreso en el Lodge. En mi ausencia habían llegado como cuatro o cinco familias enteras de indios para alojarse en el y yo que esperaba una noche tranquila, tuve que sufrir la jarana que montaron hasta las tantas. Ese lugar placido y sereno que había conocido el día anterior se había convertido en un circo.

Mientras cenaba sin la misma calma que el día anterior la frase “deja de hacer el indio” cobró un nuevo sentido para mí, mucho más literal por cierto.

De Nepal. Tierras bajas del Terai

Al día siguiente fuimos a hacer un safari en elefante. La experiencia en general no me gustó demasiado. Tenían organizado una zona de salida de elefantes y los turistas hacíamos cola para subirnos. Los cuidadores les guiaban en busca de los rinocerontes que luego vimos, una madre con su cría, pero al encontrarlos, éstos, fueron literalmente rodeados por 4 ó 5 elefantes con sus consiguientes turistas a sus lomos.

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Después del safari acompañamos a los cuidadores a darles un baño, una experiencia bonita para mí al principio, ya que al ser el primero en llegar no era consciente del nuevo circo en lo que luego se convirtió.

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Parece ser que los elefantes domésticos cumplen muchas funciones sociales para la comunidad, desde la incentivación de la economía, como la colaboración en las tareas de protección del parque nacional, colaborando en la búsqueda de furtivos y localizando animales heridos. Además disponen de 5 horas al día para pastar libremente.

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Todo lo anterior no quita para que de pena ver un animal tan magnifico sometido a base de golpes en su cabeza con una vara de madera en el mejor de los casos, ya que muchos cuidadores llevan un garfio de acero que no les vi utilizar, pero que supongo que harán sin una sensación demasiado agradable para el elefante.

Al día siguiente el safari lo hacíamos en 4x4 (ya sabéis), vimos unos 6 rinocerontes, y pasando con el coche por la misma zona donde dos días antes me había respirado el rinoceronte, vimos un macho imponente en el mismo lugar. El guía me explicó que era el mismo y el conductor (que parecía conocer aquel rinoceronte) me dijo, ése está loco. No fui capaz de entender porqué lo decía.

Paramos en un río donde un gavial descansaba en la orilla y después de ver algún ciervo más en la espesura y unos cuantos pavos reales volvimos a Sauraha.

De Nepal. Tierras bajas del Terai

Al día siguiente me dejaban de nuevo en “la parada del autobús” (un descampado de arena en las afueras del pueblo) y volví a pegarme a la ventana a disfrutar de los paisajes, los camiones tuneados y las cabras en los techos de los autobuses.
Continua en: La Terminal

De Nepal. Tierras bajas del Terai

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sábado, 15 de mayo de 2010

Katmandú. La tierra media



Continuación de: Nepal: Las tierras altas del norte (El Himalaya)

Por fin y después de un vuelo bastante movido debido a los continuos vientos del Himalaya, mi amigo israelí y yo aterrizamos en Katmandú. El pobre estaba blanco, yo estaba más tranquilo ya que cuando veía que se movía mucho el avión miraba a los pilotos, y como estos se estaban tomando un té con toda la tranquilidad del mundo, pensé: mientras ellos estén tranquilos podemos estarlo nosotros.

Compartimos un taxi que me dejó a mi primero y después a él. Yo me quedé en el centro del Thamel y después de un pequeño paseo encontré un Hotel que me gustaba. 700 Rupias la noche y me aseguraron que tenían agua caliente.

Dejé mis cosas en la habitación y después de una ducha muy muy rápida (el agua salía ligeramente templada) salí a comprar alguna camisa y directo a por una buena cena.

Justo enfrente de mi hotel se encontraba el Funny Buda, un restaurante que por la noche tenía una de los pubs más animados de Katmandú.

Me comí un filetón con queso derretido, salsa de champiñones, guarnición de verduras a la plancha y patatas fritas por la friolera de 300 rupias.

Me hice amigo del camarero, un chavalín de unos 20 años que parecía bastante formal y espabilado. Como andaba cansado y prefería invertir mi tiempo en conocer Katmandú que en prepararme el viaje, le ofrecí 500 rupias si me gestionaba el transporte y alojamiento en la zona de Chitwan. Accedió de muy buen grado, por lo que el día siguiente pude dedicarme a deambular por Katmandú y visitar la plaza Durbar.

Al día siguiente, al levantarme e intentar darme otra ducha caliente, con el mismo resultado de la tarde anterior, bajé a la recepción a preguntar qué pasaba con el agua.

- Si, es normal, es que es energía solar, por eso por la tarde noche y por la mañana cuesta un poco mas.- Me respondieron-

Claro, piensas que bien, usan energía solar, limpia, no contaminante, así que no me puedo quejar…

Pues nada, salí del hotel y cogí un Shaw, una bicicleta que detrás lleva un silloncito con techo, muy pintoresco y la verdad, no especialmente cómodo.

El recorrido hasta la plaza Durbar me gustó mucho, a través del barrio del Thamel completamente lleno de tiendas, en el recorrido me encontré varios pequeños templos, más bien parecían pequeñas capillas con imágenes sagradas donde la gente iba dejando sus ofrendas.





Cuando llegué a la plaza Durbar me quedé impresionado, era una plaza llena de templos, uno al lado de otro y frente a otro más. Ibas andando y maravillándote con una construcción tras otra, cada uno de ellos era o más alto o más bonito o con mas figuras que el anterior.

Perdí la cuenta de las veces que recorrí paseando la plaza una y otra vez, era una maravilla deambular por ella mezclándose con la gente.









Decidí subir a una terraza y tomar un zumo natural, desde ella tenía una vista espectacular, podía ver a la gente deambular y como algún santón procuraba sacar el dinero a unas inglesas.



Creo que había unos tres santones zanganeando por la plaza, si, zanganeando, digo bien, porque por mucha imagen de hombres santos que tengan son verdaderos vagabundos pedigüeños, buscando una limosna fácil.


Me senté en la escalera de uno de los templos a observarles, ponían muecas de payaso a los turistas, solo con la intención de sacarle unas rupias mientras les dejaban hacerse una foto con ellos.
A pesar de su belleza había algo que me apenaba y es lo descuidada que se encuentra la plaza, llena de basura, incluso con grandes montones en alguna de sus esquinas.

Había pensado conocer algún sitio más de Katmandú, pero lo cierto es que en esa plaza el tiempo se me escapó sin darme cuenta.
Cuando volví, era ya la hora de cenar y me acerqué al Funny Buda buscando repetir el filete de la noche anterior. Mi amigo el camarero ya tenía listo mi billete y mi alojamiento en Sauraha, la pequeña localidad del valle del Terai que se encuentra justo en la entrada de la reserva de Chitwan, por lo que a la mañana siguiente cogí mi autobús con destino a mi próxima aventura en las Tierras bajas del sur.

A mi vuelta me dirigí de nuevo al hotel que se encontraba enfrente del Funny Buda. Después del viaje de 6 horas de vuelta en autobús, salí a pasear por el Thamel. Me encantaba perderme por esas calles de tiendas en las que podía encontrar cualquier cosa, desde ropa de montaña muy especializada a recuerdos budistas, hindúes, música, locales de música en directo, restaurantes, locutorios, tiendas de ropa, y todas ellas decoradas con luces y preciosas telas. Me encantaba pasear sin destino, solo mirando las tiendas, la gente pasear, los pequeños templos a mi paso.

En contra de la suciedad que encontré en la plaza Durbar, y después de acabarme un zumo que me había comprado en una tiendecita, me di cuenta de lo limpias que se encontraban las calles del Thamel, y es que no encontraba un lugar donde tirar la botella de zumo, ni en una esquina, ni a los pies de una sucia tienda…

Lo cierto es que cada tendero se ocupa de la limpieza de la entrada a su tienda, por lo que aunque me pareciera mentira, las calles del Thamel… me resultaban limpias.

Al día siguiente por la mañana me fui a visitar el templo de los monos, bueno, monos no encontré tantos, pero escalones… encontré 365 exactos. Porque resulta que la subida al templo tiene tantos escalones como días tiene el año, por lo que al subir, cuando ibas por Nochebuena ya ibas con la lengua fuera.

Claro, yo cuando vi los escalones pensé…

- Mas escalones no por favor….- Ya había tenido bastantes en las tierras altas del norte.

La subida es espectacular, llena de imágenes de Buda y pequeños templos y una vez arriba, encuentras unas construcciones realmente impresionantes. Es una verdadera lástima que la suciedad reinante en toda la zona ensucie la imagen que me podría haber llevado del Templo de los Monos.

Salí de él con la intención de visitar la Stupa de Kathesimbhu y la verdad es que después de visitar la Stupa del Templo de los Monos, no me podía imaginar que encontraría algo tan bonito e impresionante.

La verdad es que en la Stupa de Kathesimbhu no existe la suciedad que hay en otras partes, se encuentra limpia, por lo que nada te distrae para poder admirar los monumentos que en ella encuentras.

La Stupa se encuentra en el centro de una plaza que alberga tiendas, templos, restaurantes y terrazas en los tejados desde donde se puede admirar la imponente Stupa.

Una forma de rezar es dar vueltas a la Stupa en el sentido de las agujas del reloj. En el amanecer y en el atardecer, que son los momentos donde puedes encontrar la plaza más animada.


Después de visitar un par de templos, decidí tomar un zumo en una de las terrazas de los tejados de la plaza, y fue ahí, mientras me tomaba el zumo, cuando me di cuenta de cómo me habían tomado a mí el pelo.
Mientras me maravillaba con la vista de la plaza, de los templos que se podían ver más allá de ella, sobre los tejados, me di cuenta de algo extraño. Cada tejado tenía un enorme bidón negro encima. No fue difícil deducir que era para albergar agua y entonces recordé lo que me habían dicho en mi hotel días antes…

- El agua caliente funciona con energía solar…-

¿Energía solar???????????????!!!!!!!!!!!!!!

Cuando me dijeron eso yo me imaginaba el techo del hotel con sus paneles solares, bien preparadito… no no, energía solar quería decir que ponen un bidón negro en el techo y cuando el sol lo calienta, pues eso, tienes agua caliente… que manera de tomar el pelo!!!
En fin, acabé mi zumo y continué paseando y disfrutando del lugar que más me gustó de Katmandú. Cada vez más gente giraba tranquilamente alrededor de la Stupa, turistas, gente local, monjes budistas, todo tipo de gente poco a poco se iba sumando a la marea humana que rodeaba una y otra vez la Stupa girando sus rodillos.


Mi siguiente destino volvía a ser el Thamel, tenía que aprovechar los precios de material de montaña para hacer unas cuantas compras y así hice, recorrí el barrio visitando distintas tiendas, comparando precios, regateando y seleccionando material hasta que después de comprarme una enorme bolsa para poder llevar a España mis nuevas adquisiciones, di por cerradas mis vacaciones. Solo me quedaba cenar mi filete con queso y salsa de champiñones y al día siguiente coger el avión de vuelta a España. Mi aventura en Nepal había acabado, no me imaginaba que empezaría una nueva en La Terminal.


Continua en: NEPAL. Las tierras bajas del sur, Valle del Terai.(El Himalaya)











miércoles, 12 de mayo de 2010

Nepal: Las tierras altas del norte (El Himalaya)



Después de mi primera aventura en La Terminal, aterrizaba en el aeropuerto de Katmandú. Allí conocí a un par de chavales daneses con los que compartí el taxi que les llevaba a su hotel en el barrio del Thamel. Pensé que una vez en Thamel buscaría un hotel, pero charlando con ellos durante el trayecto, me gustó lo que oí y pensé que su hotel, sería un buen sitio para pasar la única noche que pensaba estar en Katmandú si tenía suerte y podía conseguir un vuelo para el día siguiente con destino Lukla.

Cuando llegamos al hotel decidimos compartir una habitación grande para tres, nos salía muy bien de precio, ya que por 350 Rupias cada uno, disponíamos de una habitación grande y espaciosa.

Para que os podáis hacer una idea, 100 rupias corresponden a un Euro, por lo que el precio de la habitación me pareció mucho más que razonable.

Dejé mis cosas en el hotel y salí rápido, ya que un conocido del taxista me dijo que tenía una agencia de viajes y se ofreció a gestionarme el billete de avión para el día siguiente.

Me fui con él recorriendo por primera vez el animado y bullicioso barrio del Thamel, pensando que si me llevaba muy lejos no sería capaz de encontrar el camino de vuelta en ese complicado entramado de calles.

Subimos a lo que él llamaba “su agencia”, la segunda planta tras una pequeña puerta en un callejón sin luz era su centro de operaciones. Hizo unas cuantas llamadas, y me confirmó que sí, que por 210 $ podría tener un vuelo a primera hora del día siguiente y además, me ofrecía pagar con visa. No me daba demasiada confianza, pero era mi única oportunidad de poder salir cuanto antes dirección Lukla, por lo que accedí y salí de allí con un billete de ida y uno abierto en fecha para la vuelta.

Mientras volvía al hotel y vista la amplia gama de equipamiento para montaña que encontraba a mi paso, me compré un buen saco, un plumas interno y unos bastones. Cené en un bar de comida local y volví a mi habitación.

Todo había sucedido muy rápido, las aventuras en La Terminal, mi llegada a las 7 de la tarde a Katmandú casi sin tiempo para organizar la compra de mi billete y el material necesario, por lo que todavía no era consciente de lo cerca que estaba del comienzo de mi sueño.

Me acosté pronto y al día siguiente muy temprano un taxi me volvía a llevar al aeropuerto de Katmandú, esta vez a la terminal de los vuelos domésticos.

Cuando pude canjear los billetes que me habían entregado la noche anterior por las tarjetas de embarque respiré más tranquilo. Todo iba bien, el vuelo salía a las 8:30 hrs y eran las 7 por lo que llegaba con tiempo para coger mi vuelo…

Y con tanto tiempo!!!!, el vuelo salió a las 13:30. Una mujer que era la responsable de mi línea aérea Agni Air, pasaba por allí de vez en cuando y decía que es que el vuelo estaba retrasado porque hacía mucho viento en Lukla. Cuando un vuelo salía, ella y las otras responsables de aerolíneas gritaban a voces el vuelo que iba a salir, eso era un verdadero caos y es ahí donde comienzas a recordar otros viajes y piensas que es momento de adaptarte a los tiempos y costumbres del país que visitas.

Por fin estaba volando a Lukla, tranquilo al principio, pero los nervios comenzaron a invadirme cuando los pilotos empezaron a ponerse nerviosos. Volábamos entre nubes, casi sin visibilidad, discutían entre ellos y se quejaban de que el gps no les funcionaba bien. Supongo que el gps no era lo único que no funcionaba bien porque pulsaban un montón de botones muchas veces y se quejaban de algo que no era capaz de comprender, solo sé que se les veía realmente tensos y claro, después de haber visto como es ese aeropuerto… pues uno se intranquiliza un poquito.

Por fin la pequeña pista apareció ante nosotros, nos acercamos hacia ella mientras continuaban discutiendo y por fin, con un buen golpe en las ruedas tomamos tierra.

Confieso que al bajar a tierra respiré tranquilo, no suelo pasar miedo en los vuelos, pero este…, este no es un vuelo habitual.

Recogí mi mochila y me puse rápidamente en camino, el retraso del avión me hacía modificar mi plan por lo que tenía que aprovechar todo el tiempo de luz que quedaba.

Mientras cruzaba Lukla, pasando al lado de algunos Yacks aun continuaba sin ser consciente de donde estaba.

Nada más salir de Lukla me encontré con la primera sorpresa, sorpresa que me acompañaría durante todo el treking.

Pensaba que desde Lukla iniciaría mi ascenso hacia el Campo Base del Everest, nada más lejos de la realidad. Lo que comencé fue un descenso pronunciado.

Había leído algo al respecto, sabía que después de Lukla se perdía altitud, y pensaba que después comenzaría la cuesta arriba.

Pues no. El treking por el Himalaya no es como el resto, generalmente cuando haces un ascenso, haces eso, “asciendes”, la subida aquí era “en sierra”, es decir, bajas mucho para luego volver a subir mucho, y cuando estás a una cota cercana a la que piensas llegar viene otro descenso brutal para luego volver a ganar altura con otra pendiente empinadísima.

Es raro encontrar por el camino caminos llanos aunque fueran con pendiente, pero llanos. Prácticamente todo el camino se hace con escalones, tanto de subida como de bajada, por lo que resulta un treking especialmente duro.

Mientras caminaba iba mirando las impresionantes montañas que me rodeaban, picos que seguramente no tengan ni nombre, pero que la mayor parte supera sin dificultad los 5.000 mts. Y muchos de ellos los 6.000.


En seguida comienzas a cruzarte con sherpas, yaks, pasas por impresionantes puentes colgantes y es ahí cuando de verdad comencé a recordar mi objetivo y ser consciente de donde me encontraba.

Mi intención era llegar al Campo Base del Everest y me encontraba andando en la cordillera del Himalaya. Quería llegar a ver la montaña más alta de la tierra, acercarme lo suficiente como para poder observar y sentir la inmensidad que un pico de casi 9.000 mts. debe transmitirte.

Estaba al principio del camino, ilusionado por mi objetivo, deseando ascender, hacer las paradas previstas de aclimatación, sufrir lo que fuera necesario para alcanzar el Campo Base cuando de repente algo pasó. De inmediato supe que no podría llegar, todo se me vino abajo.

Mi rodilla falló, sentí un pinchazo y me desestabilicé. Me detuve y recordé como el mismo dolor casi me niega la posibilidad de hacer cima en el Mulhacén años antes.

- Está bien.- Pensé – debo ir con cuidado, son muchos días y si cuido la rodilla todavía podré llegar.

Supongo que pretendía animarme, buscar alguna posibilidad que hiciera que mis planes no se desbaratasen, aunque sabía perfectamente que cuando la rodilla me falla no hay vuelta atrás.

Continué con cuidado, andando despacio y procurando no cargar la rodilla. Iba bien, y el hecho de que solo en ocasiones notara algún dolor me hacía mantener la esperanza.

Mientras caminaba iba cruzando pequeñas aldeas donde se anunciaban pequeños bares y alojamientos para el montañero. Quería llegar a Phakding y a mitad de camino hice una primera parada para tomar un té que al final fueron dos, me encontraba tan a gusto…

Estaba allí sentado al lado del camino, veía pasar algún grupo de montañeros guiado por sherpas y con los correspondientes porteadores, estos en ocasiones pasaban solos, con sus tremendas cargas y un curioso bastón en forma de T en el que apoyarse mientras andaban y en el que apoyar su carga cuando paraban a descansar.


Reanudé la marcha y otras tres horas después llegaba a Phakding, volví a parar a tomar otro té y como quedaba algo más de una hora de luz quería llegar a la siguiente aldea.




La rodilla había vuelto a molestarme ocasionalmente, pero pensaba que aun podría andar algo más, pero cuando reanudé la marcha otro pinchazo volvió a pararme, lo intente pero al salir de Phakding el dolor me hizo parar en la última casa de la aldea.

En frente se encontraban unos cuantos lodges que parecían bien preparados para los montañeros, pero esta casa sola y perdida en la salida de la aldea me pareció muy acogedora por lo que pregunté el precio de una habitación. Cuando me dijeron que 100 rupias y me enseñaron la habitación pensé que la relación calidad precio era difícilmente mejorable, por lo que decidí quedarme allí y darle un descanso a mi rodilla con la esperanza de que al día siguiente esos pinchazos quedaran en un mal recuerdo.


Comencé a hablar con tres alemanes que también se hospedaban allí, dos chicas y un chico, una de ellas hablaba casi con soltura español debido a sus habituales vacaciones en Sudamérica.


Como no éramos muchos, en lugar de habilitar el salón de invitados la casera nos acomodó en su cocina para la cena, por lo que pudimos verla cocinar, ver como vivían ella y su familia y como los niños jugueteaban entrando y saliendo y observándonos con curiosidad.



La situación de poder compartir con ellos la cena en lugar de en el apartado comedor para invitados nos ofrecía la ocasión de poder disfrutar su forma de vida y acercarnos más a ellos.



Al día siguiente reanudaba mi marcha, esta vez dirección Namche Bazaar. De nuevo el Himalaya volvía a desesperarme con sus subidas y bajadas escalonadas, pero mi rodilla parecía responder bien por lo que me sentía fuerte y animado. El Campo Base volvía a ser posible.


El camino cada vez era más bonito, las aldeas que cruzaba eran preciosas, ambos, camino y aldeas se encontraban salpicadas de pequeños templos, estupas, piedras talladas y pintadas con distintos mantras y rodillos giratorios que usan para rezar.

El camino, aunque duro, era precioso, la última parte pasado Larha Dobhan resultó dura como pocas que haya hecho, una subida tremenda desde los 2.800 mts hasta los 3.450 de Namche Bazaar escalonada y con una pendiente tremenda.

En la segunda mitad de la subida el tiempo cambió de repente, luego aprendí que es algo habitual allí, por la mañana puede brillar un sol precioso y por la tarde cubrirse de nubes y bajar la temperatura rápidamente, tanto fue así que después de empezar a llover el frio transformó la lluvia en nieve.

Cuando llegué a Namche, casi no me dio tiempo de acomodarme en la habitación que cogí cuando la nevada cesó y un sol radiante iluminaba un precioso pueblo nevado rodeado de impresionantes montañas que no bajaban de los 7.000 mts.

Estaba contento, mi rodilla se había portado genial, por lo que estaba seguro de que conseguiría mi objetivo.

Salí a dar un paseo por Namche, un sinfín de tiendas de montaña y artículos locales salpicaban las calles, era un zoco en toda regla, y vagaba por sus calles maravillándome del colorido que mostraban con la nieve derritiéndose en sus tejados.

Me encontré con tres españoles que tenían mi mismo objetivo, charlé un poco con ellos y continué mi paseo.

Cuando llegué a mi hotel me puse a charlar con los caseros, una mujer y su hermano de lo mas hospitalarios, por la noche cené en el comedor para invitados, pero el ultimo té antes de irme a dormir ya me lo tomé en su cocina, charlando con ellos que me aconsejaban coger algún porteador para aliviar el peso en mi rodilla. Al día siguiente en el desayuno insistieron, pero les volví a repetir que era un camino que me apetecía hacer solo.

Valoré en varias ocasiones contratar un porteador, es cierto que los 16 kgs. de la mochila podrían forzar algo más mi rodilla, pero como me encontraba tan bien y el día anterior me había respondido genial decidí continuar solo.

Me encontraba a 3.450 mts. Y la siguiente parada seria en Tangboche, a 3.865 mts. No era mucho desnivel, por lo que continué animado, incluso pensando en que si se me daba bien podría continuar un poco más y así ganar sino un día, al menos algunas horas.

En la subida de nuevo me sentía fuerte, no tardé mucho en llegar a los 3.600 mts. Donde desde una estupa pude ver por primera vez lo que tanto deseaba, El Everest.

Todo el mundo paraba allí, y todo el mundo sacaba fotos, todo el mundo menos yo, no quería despistarme, no quería entretenerme en enfocar y jugar con los parámetros de la cámara, solo quería sentarme y disfrutar de la impresionante mole que se erguía ante mí, El Everest, la montaña más alta del mundo.

Después de unos minutos de calma reanudé mi marcha, veía en el horizonte una aldea en una loma, supuse que era Tangboche, pero un valle cortaba mi camino, me hizo pensar mal, pero supuse que la ruta lo bordearía.

Continué andando media hora más y encontré cerca de la siguiente aldea, una casa de invitados que ofrecía en un tenderete artículos locales a los montañeros y un delicioso té del que disfruté tres tazas durante casi una hora.

Allí sentado podía ver la cima del Everest, el sol caía sobre mí y me encontraba en la gloria. El dueño me dijo que solo me faltaban unas tres horas hasta Tangboche, por lo que me tomé mi tiempo para descansar y disfrutar de las vistas.

Cuando me puse en marcha ya me advirtieron que debía bajar al rio y después comenzar la ascensión. Cierto, de nuevo una bajada tremenda desde los 3.600 hasta casi los 2.800.

A pesar de lo empinado y escalonado de la bajada, mi rodilla seguía portándose bien, me detuve a comer en la orilla del río, no mucho tiempo, y después emprendí la subida.

De nuevo con una pendiente tremenda hasta los 3.865. A pesar de comenzar animado, parece que me quedé demasiado frio en mi última parada y a los pocos metros la rodilla me volvió a dar un aviso.

- Vaya!!!! Con lo bien que iba!!!!, en fin, con cuidado….- pensaba.

Como la recuperación había sido buena, pensé que subiendo despacio y con cuidado lo solucionaría. No, el dolor fue a más, lo intentaba todo, cargar mas la otra rodilla, apoyarme más en los bastones, ir despacio, pasos cortos… pero nada, el dolor iba cada vez a más.

Tanto fue así que a mitad de subida me dieron varios pinchazos que casi me hacen caer. No tenia elección, no podía bajar, la bajada sería peor para la rodilla y la subida me estaba matando. La altura se hacía notar, y cada vez acusaba más el esfuerzo que tenía que hacer para poder continuar.

Eso hice, continuar como pude, despacio, recordaba la nevada del día anterior y miraba las nubes constantemente esperando que para colmo no empeorara el tiempo, por suerte, no fue así.

La última hora de ascenso iba prácticamente a la pata coja, solo apoyar o hacer el movimiento de levantar la rodilla me hacía ver las estrellas.

Me encontré con los alemanes con los que había compartido cena en Phakding, acusaban la altitud y tenían que parar constantemente a recuperar el aliento, yo con mis pasitos cortos, poco a poco iba ganando terreno.

Por fin pude llegar a Tangboche, encontré habitación y me tiré en la cama a reposar la rodilla.


Necesitaba hacerlo incluso para poder llegar al comedor y cenar. Allí tumbado y con los dolores que sentía se disiparon todas mis dudas. En ese momento, tenía días suficientes para poder regresar e incluso poder tener algún percance más con la rodilla, pero si continuaba y volvía a tener dolores, se complicaría mi vuelta y podría incluso perder mi vuelo de regreso.

No me quedó más remedio que tomar la decisión de descansar allí el día siguiente y después darme la vuelta a pesar de no haber conseguido mi objetivo.

Al día siguiente al salir y ver el cielo despejado pude ver lo que más deseaba, unas preciosas vistas del Everest, desayuné mirándolo, embelesado, fotografiándolo sin prisa, ahora tenía todo el día para deleitarme.

Con esa vista, el objetivo del Campo Base comenzaba a perder importancia hasta el punto de no quedar como una cuenta pendiente. Altura puedo hacer en otros destinos, y ver el Everest... lo tenía ante mí, ese era mi sueño.


Tangboche no es muy grande, tres o cuatro casas de invitados, una panadería donde sirven pastel de manzana y un impresionante templo budista y un museo sobre el templo es todo lo que tiene que ver además de las impresionantes vistas del Lotshe, el Ama Dablan y el Everest.




Como no tenía mucho que ver allí y el tempo realmente impresionaba me fui a verlo. Un monje me abrió la puerta y me dejó visitarlo con la clara instrucción de “no grabar”, fotos sí, pero película no permiten, me deleité el tiempo que quise, estaba solo en ese impresionante templo y cuando salí y vi la caja de donativos me disculpé por no llevar dinero encima prometiendo volver más tarde a hacer un donativo.



Después de otro té en la panadería fui a visitar el museo, un museo muy sencillo en el que tras comprar algún recuerdo y preguntar si todo el dinero del museo iba destinado al templo y responderme que sí, dejé un sencillo donativo de 500 rupias.

- Un momento, su recibo.- Me dijo la señorita que me atendió.

- Ah!, no gracias, no es necesario.- Le respondí pensando que para qué quería yo un recibo de una donación.

Volví a pasear por la aldea y cuando estaba recostado al sol observando uno de los preciosos glaciares que rodean Tangboche oí un monje que venía desde el templo y preguntando por alguien que se llamaba como yo.

- Soy yo.

- Ah, hola, muchas gracias por el donativo, pero tengo que hacerle su recibo.- me dijo el monje.

- No es necesario de verdad, muchas gracias….. aunque…. Es bonito el recibo?

- Si.- Respondió entre risas.

- Ah pues entonces vamos.

Y nos dirigimos charlando hacia el monasterio, una vez allí y después de hacerme el recibo, (realmente me pareció bonito) continuamos charlando hasta que me dijo:

- Espera, quieres que te bendiga?

- Pues me encantaría, muchas gracias.

El monje me anudó un cordel alrededor del cuello mientras decía algo de lo que solo pude entender…

- Por una larga vida.

Me dijo que por las tardes tenían una ceremonia en la que dejaban entrar a los turistas, pero que ese día por la mañana tenían otra y me invitó a entrar con ellos.

Allí estaba yo, entre todos esos monjes budistas mientras rezaban, tomaban té y repetían sus mantras.


Yo buscaba altavoces ya que su voz gutural resonaba en el templo de una manera especial, no los había.

Solo me pidió que estuviera en silencio, y es que me resultaba imposible incluso hacer el más mínimo movimiento que pudiera distraerles.

No soy creyente, no creo en el karma, ni en los chacras, ni en ese tipo de cosas, pero es cierto que esa gente, irradia una paz y una calma que no había visto antes.

Cuando salí, pensé que mucha de esa paz nos hace falta en occidente.

Volví a deambular por la aldea, vi como la gente entraba a la habitual ceremonia de las tardes y poco después, un montañero sacaba algo parecido a un frisbie y empezaba a jugar con unos niños de allí. Al rato salió un niño con hábitos de monje y se unió al juego, pocos minutos después se unieron algunos monjes más, alguno de ellos entradito en años.


Fue maravilloso ver como esas personas que parecen de otro mundo, se animan y se mezclan con la gente en sus juegos, en sus diversiones, incluso viendo el futbol y practicándolo todos los sábados como me contó el monje en nuestra charla.

Por la tarde conocí a Aldo, un mexicano que iba a hacer cima, estuvimos charlando hasta el anochecer, mientras me contaba la bonita historia que le había llevado a embarcarse en semejante aventura.

Al día siguiente emprendí mi camino de vuelta, en principio debería haber parado a dormir en Namche, pero mi rodilla respondía de maravilla y conseguí llegar a Monjo, donde pasé noche para al día siguiente llegar a Lukla a las tres de la tarde.

Intente conseguir vuelo a Katmandú me dijeron que era posible y que me fuera al aeropuerto, así que eso hice.

El aeropuerto estaba cerrado, no había aviones en la pista, me extrañaba, hasta que vino otro chaval israelí y me dijo que le habían dicho que con un poco de suerte saldría uno de nuestra compañía por la tarde.

De repente un chico abrió la puerta del aeropuerto y nos invitó a pasar. Se puso en el mostrador de la aerolínea, nos pidió los billetes y nos dio las tarjetas de embarque.

Se cambio de mostrador y nos dijo, ahora por aquí para embarcar el equipaje, y así el chaval iba cambiando de mostrador para hacer él solito todos los tramites en ese aeropuerto desierto.

Poco después llegaba la avioneta que me dejaría en Katmandú donde tuve que improvisar como continuar mi aventura en Nepal, nuevo destino… Las tierras bajas del sur.

Continua en: Continuación en: Katmandú. La tierra media