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domingo, 29 de mayo de 2011

Expedidición a Costa Rica: En busca del tiburón Tigre



Entre risas queríamos preparar un par de noches de verdadera supervivencia, ya que a los dos nos había encantado la experiencia. La idea en esta ocasión era pasar esas dos noches fuera del parque, en la finca de Jaguar de Oro. Lo malo es que esa noche cayó otra tromba de agua, y aunque la idea de irnos a hacer más supervivencia nos apasionaba, la lluvia nos disuadió.

Charlando de todo un poco, sobre las posibilidades que ofrece la zona y cosas que se nos ocurrían para hacer, Donny, no sé cómo acabo contándome que tenía un amigo que pescaba tiburones tigre…

- ¿Qué pesca tiburones tigre?

- Si

- ¿Y bucea?

- Si

- ¿Y de verdad sabe dónde localizarlos?

- Si

Así que le animé a que contactara con su amigo y nos llevara a bucear con ellos. Donny que había disfrutado de nuestra aventura como un niño pequeño se apuntó enseguida.

Al día siguiente yo bajaba a Guadalupe, pasaría allí la noche donde un simpático y atento Roberval me acogía en su casa. Durante el día, y dado lo bien que me habían tratado en Jaguar de Oro, nos dedicamos a hacerles una web a duras penas, ya que la cobertura de internet se iba y venía cada dos por tres.

Esa noche, pude disfrutar de una magnifica velada con Rober, charlando sobre Jaguares, sobre la protección de la naturaleza, sobre como el trabajo con las comunidades que viven alrededor de los parques nacionales son la clave de la protección, etc.


Al día siguiente y después de haber peleado por la noche con algún que otro coleóptero y los omnipresentes “zancudos” (así llaman a los mosquitos allí), Donny, su hermano Adonis y yo, nos dirigimos a la playa de La Palma, donde su amigo nos esperaba en su bote.

Nos adentramos en el mar con bastante cuidado, al menos por mi parte, ya que cada vez que alguien iba a hacer algo dentro del bote, el resto teníamos que movernos calculando el contrapeso necesario para no volcar.

Por fin llegamos a la zona que el “Capitán” indicó como la que más probabilidades tenia de que hubiera tiburones tigre.

Cuando me puse las gafas de bucear y vi que era el único que parecía que se iba a tirar al mar, le pregunté al “Capitán”

- ¿tú no te vas a meter?

- ¿Yo????? Yo con tiburones puntas blanca, puntas negra, nodrizas… con esos sí, con el tiburón tigre yo no buceo, ese es muy agresivo.

Por lo que el único que iba a tirarse al agua en vista de la situación era yo….

- Bueno vale – dije en un arrojo de valor- pues déjame un arpón.

- No tengo, no puedo llevarlo, esto es reserva y solo puedo llevar anzuelos.

- Bueno, pues déjame alguna vara de metal, ¿tendrás no?

- No.

Así que armado con las gafas de bucear y el cuchillo que me había comprado en Puerto Jiménez al llegar, me tiré a un agua lo suficientemente turbia como para no ver a más de dos o tres metros….

El corazón me iba a cien, por un lado la emoción de poder ver y nadar con un tiburón tigre era inmensa, procuraba recordar todo lo visto en los documentales sobre cómo actuar, como moverse, etc., pero por otro lado, la sensación de que un enorme escualo pudiera emerger de cualquier lugar y en cualquier momento, me hacía estar en permanente alerta… y por qué no reconocerlo, un miedo de narices!!!!

La corriente era muy fuerte, por lo que me costaba bastante nadar, así que el “capitán” decidió que era mejor ir a otro lugar.

Al ver que a mí no me había pasado nada, Donny se animó, fuimos buscando en distintos lugares, pero no había suerte, ese día los tiburones no querían salir.

En el barco llevábamos carnaza, así que empezamos a tirar al mar pescados a ver si había suerte, incluso yo me baje con uno en la mano, que llevaba por el fondo del mar con un sedal y nada, solo el comentario del “capitán” cuando me tiré con el pez, de…

- Tú verás, el brazo es tuyo.

Al volver a La Palma, Donny encontró a un amigo que me llevaría a Puerto Jiménez de vuelta por tan solo 10 $, lo cual nos obligaba ya a afrontar el momento de la despedida.

La frase que me dijo Donny cuando le pregunté cuanto le debía, no la olvidaré jamás.

- Solo te puedo cobrar el alojamiento y la comida, el resto… el resto no sé cómo pagártelo….

Con un gran abrazo me despedí del que sin duda ya es un muy buen amigo, y a quien espero volver a ver en alguna otra ocasión.

Pasé un par de noches descansando en Puerto Jiménez para reponerme, mi aventura había llegado a su fin, solo me quedaba tomar los vuelos de vuelta que me llevarían de regreso a España.

De nuevo llegaba con bastante antelación al aeropuerto de San José, por lo que para poder descansar y estar más a gusto, decidí acomodarme en la sala Vip, donde todavía me quedaba una última sorpresa en este viaje.

Los cuatro finalistas de la edición italiana de Supervivientes también esperaban allí su vuelo.

Nos enfrascamos en una apasionante conversación sobre supervivencia, comparábamos a quien le habían picado más los mosquitos, etc. Pero sobre todo, me ponían los dientes largos contándome lo que supone intentar sobrevivir en una isla desierta, así que el vuelo de vuelta lo realicé con mi imaginación completamente excitada, soñando sobre las nuevas aventuras que quizás un día podría llegar a vivir.

No había conseguido mi objetivo de poder avistar un Jaguar, sabía muy bien que era una empresa casi imposible, pero las experiencias que pude vivir allí, harán de este uno de esos viajes que jamás olvidaré.



domingo, 22 de mayo de 2011

Expedición a Costa Rica; Supervivencia.


Antes de salir, Donny me preguntó:


- Oye, ¿que llevamos de comida?

- No te preocupes, llevo barritas energéticas para los dos.

Se ve que no confiaba mucho en las barritas, así que se llevó un taper con gallo pinto para la hora de comer.

Comenzamos la caminata muy temprano subiendo la montaña que da entrada al parque. No resulta especialmente alta, es más diría que se sube como máximo en una hora. El caso es que andar con semejante calor y una humedad brutal, sofoca a cualquiera, por lo que a los pocos minutos de ruta, mi camisa estaba ya completamente empapada en sudor, tanto que cuando quise encender la cámara para hacer un foto no pude. Al llevarla colgando y pegada a mí, se ve que la humedad de mi camisa cayó sobre ella y debió estropear algún circuito. Hicimos una parada para ponerla al sol, pero no hubo manera, menos mal que Donny llevaba la suya y pudimos hacer alguna que otra fotillo de nuestra aventura.

Continuamos caminando y charlando, Donny me indicó que siempre que había rastreado la zona había un tramo en el que siempre encontraba marcas de Jaguares, así que denominamos a ese tramo “la milla de oro” y ese era nuestro destino.

Caminábamos despacio, charlando, haciendo paradas, y sin ninguna prisa especial. Donny me iba enseñando a identificar huellas, frutos, marcas… y me iba enseñando cuales eran de puma y como diferenciarlas de los Jaguares, nos cruzamos con una preciosa serpiente, al acercarme cada vez más, no pude aguantar la tentación de acariciarla.



Llegué a una clara conclusión, a las serpientes no les gusta que las acaricie un extraño, ya que al volverse enfadada contra mí, hizo que pegara un salto con un buen susto en el cuerpo.


Se iba haciendo bastante tarde, y paramos a comer en un rio, donde nada más acomodarnos, Donny encontró una huella de Jaguar. Bien!!!! Estábamos en “la milla de oro”.


El calor era sofocante, por lo que a pesar de que el rio no llegaba a cubrir por la rodilla, yo lo aprovechaba para refrescarme tumbándome en él para conseguir que todo mi cuerpo estuviera sumergido.


Los pequeños peces limpiadores me rodeaban y se dedicaban a limpiar mi cuerpo de pieles muertas y posibles parásitos que hubieran podido subirse a mí en el camino, como las garrapatas, que allí abundan.

Mientras Donny se dedicaba a comer su gallo pinto, yo me comía un par de barritas, que darán mucha energía, pero el hambre no desaparece con ellas. Al ver y juguetear con un tronco que había allí tirado, vi que se encontraba lleno de termitas, por lo que se convirtieron en mi siguiente aporte de proteínas. Al menos eso dicen, porque al ser tan pequeñas no sientes que estés comiendo, eso sí, resulta muy entretenido.

Después de zamparme unas 60 termitas, me daba el último baño antes de reanudar camino. Al salir del rio vi a Donny a unos tres metros de mí mirando el rio.

- ¿Qué miras? ¿Hay algo?

- Si, ¿adivina el que?

- No sé, dime. – Le respondía mientras me acercaba.

- Pues un cocodrilo.

- No jodas, ¿pero llegan hasta aquí?

- Pues pensaba que no, pero parece ser que sí.

Nos acercamos poco a poco a verlo. Mediría algo más de un metro y se encontraba debajo del agua expectante.


Supongo que se puede pensar que un cocodrilo de un metro es un animal pequeñito y que no es peligroso. Pues bien, imagina tu reacción cuando un caniche se te encara ladrando y mostrándote sus dientes, Pues un cocodrilo tiene como diez veces más dientes que un caniche…

Por mucho que nos acercábamos él seguía quieto, supongo que pensaría que con un poco de suerte no le veríamos y le confundiríamos con un tronco, pero no fue así. No pude evitar tocarle con el palo-bastón que me había agenciado a ver que hacía, y de un rápido golpe de cola salió disparado a esconderse, pero pudimos encontrar donde se refugió y volvimos a observarle con cuidado, no queríamos que pensara que debía defenderse…

Cuando hice intención de ir a tocarle, Donny me detuvo indicándome que no debía molestar a los animales, por lo que finalmente reanudamos nuestro camino.


Hice ver a Donny que estaba tan cansado y desfallecido al no haber comido que no tenía fuerzas para volver, Donny me insistía, pero yo daba muestras de no poder más, de ser incapaz de volver a remontar la montaña que habíamos dejado atrás, por lo que finalmente Donny decidió dirigirnos a Sirena para pasar esa noche, mi plan comenzaba surtir efecto…

Dejé que Donny fuera delante, incluso dejaba que se adelantara en ocasiones hasta que no pudiera verme, luego me esperaba y le alcanzaba. Esto me venía bien no solo para que pensara que estaba más cansado de lo que realmente estaba, sino para que no se diera cuenta de que iba dejando marcas de olor con la colonia de Kalvin Clain en el tramo de “la milla de oro”.

Íbamos vadeando los ríos que encontrábamos a nuestro paso sin descalzarnos, por lo que finalmente el camino se hizo especialmente duro, ya que los pies completamente húmedos comenzaban a resentirse, los dos llevábamos la planta de los pies con un sentimiento de ardor que nos estaba matando.

Por fin llegamos a la Estación de Sirena, era tarde y Donny habló con los vigilantes de allí para ver si nos dejaban pasar la noche. A él le dijeron que podía pasar la noche en la caseta de los vigilantes y los guías, y sobre mí le preguntaron:

- ¿Y este que trae? ¿Una tienda?

- Que va, una hamaca.

- ¿Una hamaca????

- Si, él viaja con una hamaca, si le dais dos troncos donde atarla, él se acopla ahí.

Así que extrañados le indicaron dos postes de la estación, al lado de una de las mesas donde podía instalar mi hamaca y pude pasar la noche.


Al día siguiente, y como no teníamos reserva de desayuno no se dignaron ni a dejarnos tomar un par de cafés, ni pagando… por lo que tras desayunar un par de barritas cada uno, comenzamos camino de regreso a la estación de Los Patos.

Si bien mi cansancio del día anterior no era tal como se lo mostraba a Donny, no era del todo falso, solo exagerado, ya que la ruta y la falta de comida me habían pasado factura realmente.

Al comenzar a andar los dos comentamos lo débiles que nos sentíamos por la falta de energías, por lo que tardamos bastante en llegar de nuevo a “la milla de oro”.


Al llegar le confesé a Donny que había dejado marcas de olor, no me quedó más remedio que llevarme la correspondiente típica regañina, que si no se puede intervenir en los comportamientos de la fauna, que si eso no se puede hacer, que podíamos haber dejado las marcas fuera del parque y que si bla, bla, bla…

En fin, supongo que era su obligación como guía, y aunque no me lo confesó, creí percibir en el cierto agrado, ya que cuando terminó de regañarme comenzamos a ver el resultado de mis marcas.

Ningún Jaguar había pasado por la zona, sin embargo un Puma las había ido siguiendo y había dejado un montón de marcas.

De nuevo le hice ver que estaba desfallecido, que no podía más, hasta el punto de sentarme y decirle:

- No puedo… no puedo… no puedo andar más….

Resignado tras mucho insistir y al ver que el atardecer se nos echaba encima no le quedó más remedio que asumir que nos tocaría pasar noche en la selva.

Buscamos un lugar donde instalarnos y con unas grandes hojas caídas hicimos un lecho donde dormiría el, yo puse mi hamaca entre dos árboles mientras él me regañaba una y otra vez diciéndome que no lo hiciera, a pesar de que yo hacía oídos sordos a sus palabras…

Cuando por fin estábamos instalados, le dije que si no comía algo, el día siguiente no estaba seguro de poder continuar la marcha, por lo que Donny se fue a buscar frutos caídos, momento que aproveché para pescar lo que pude, un par de camarones y un pececillo que no sería más grande que la palma de mi mano.

Cuando Donny volvió, yo ya había hecho una pequeña fogatilla y estaban medio cocinados. Donny no se lo podía creer, me regañaba una y otra vez, parecía que todo lo que yo hiciera estaba mal o no se podía hacer. El caso es que yo que le observaba atentamente, tanto mientras me regañaba como después, pensaba que lo único que hacía era lo que tenía que hacer, cumplir con su papel de guía, por lo que finalmente le dije:

- Oye mira, tú no eres mi guía, no te he contratado, no te estoy pagando por esto, por lo que no estás ejerciendo. Tú me has acompañado pero a título personal, no profesional, tranquilo y disfruta.

No le convencí, pero se ve que le valió para resignarse un poco.

Menos mal que no le conté que había ido en busca del cocodrilo que habíamos visto el día anterior, que si llego a encontrarlo la cena se habría convertido en un banquete.

No habíamos comenzado a cenar cuando una tormenta se nos vino encima, por lo que tuvimos que usar mi capa de agua como techo improvisado. Ahora yo ya no podía dormir en mi hamaca ni el en la camita que se había preparado, por lo que tuvimos que acoplarnos como pudimos debajo del improvisado techo y alrededor de los rescoldos de mi fogatilla.

Si el temor de quien duerme en la selva son las serpientes, escorpiones, tarántulas, etc., el animal del que estuvimos toda la noche intentando defendernos sin ningún tipo de éxito fueron los mosquitos, quienes dejaron en mí más de 100 picotazos…

El caso es que esa noche, donde nuestra cena fue un camarón para cada uno y medio pescadito, disfrutamos como si nos hubiéramos zampado una mariscada. La verdad es que comer algo caliente de da la vida de nuevo.

La noche continuó entre los mosquitos, la lluvia e intentando acoplarnos y coger postura entra las ramas y raíces que teníamos debajo de nosotros.

Cuando por fin amaneció ya no me quedaron excusas para retrasar más mi estancia en la selva, por lo que tomamos dirección al camping.

Durante el camino, hubo un momento en el que Donny me dijo:

- ¿La has visto? ¿No verdad?

- ¿El qué? – Respondí.

- Te acaba de pasar entre las piernas una serpiente de terciopelo joven.

No me había dado cuenta. Me explicó que esas eran las más peligrosas. Por un lado son las más venenosas que puedes encontrar, pero al menos las adultas, dosifican el veneno que inyectan, pero las jóvenes, aún no saben hacerlo, por lo que cuando muerden, inoculan todo el que tienen.

Con un poquito más de cuidado, e intentando darle un respiro a mi ángel de la guarda, continuamos el camino.

Los dos llegamos destrozados, por lo que lo primero que hicimos fue degustar unos estupendos espaguetis con salsa de salmón y hongos que preparó Donny en un abrir y cerrar de ojos.

Mientras yo disfrutaba de una merecida siesta, Donny que se había empeñado en disfrutar la cena que no disfrutamos el día anterior, se fue a buscar camarones y volvió con un cubo casi lleno con el que nos inflamos esa noche.

Mientras cenábamos le confesé a Donny mis “pequeños engaños” para poder pasar más tiempo en la selva, no le quedó más remedio que reírse, y tras decirme:

- Tío, eso no se hace….

Continuó diciendo…

- Ahora, que no te imaginas como lo he disfrutado!!!!!

domingo, 15 de mayo de 2011

Costa Rica. Llegando a Jaguar de Oro




Después de una rápida escala en Bogotá por fin aterricé en el aeropuerto de San José. Eran las 12 de la noche y mi siguiente vuelo salía a las 6:45, por lo que no me interesaba salir y buscar alojamiento. Por eso ya llevaba decidido pasar noche en el aeropuerto.

Cuando llegué a él, me dispuse a reconocerlo para buscar el mejor sitio para dormir y, enseguida volvieron a mí los recuerdos de mi anterior viaje. El aeropuerto estaba igual, rápidamente encontré el lugar donde un par de años atrás había dormido con Yolanda, y no me costó mucho decidir que sería ahí donde pasaría mi noche.

Al día siguiente tempranito, me dirigí al aeropuerto de Tobías Bolaños, donde un vuelo interno me llevaría a Puerto Jiménez. Mi sorpresa fue que cuando iba a sacar mi tarjeta de embarque, la chica del mostrador me indicaba que la reserva del vuelo no era correcta, sino que esta era para las mismas fechas, pero del mes de febrero. Como buena “tica”, y haciendo gala de su amabilidad, se metió en la oficina para ver que podía hacer por mí. Al rato volvió diciéndome que podría cambiar las fechas por tan solo 30 $, así que pude continuar mi viaje sin mayor problema.

Mientras sobrevolaba el país, podía ir observando sus selvas, y ya me veía en ellas viviendo un sinfín de aventuras.


Nada más aterrizar en Puerto Jiménez me dirigí a la Oficina del Parque Nacional de Corcovado. Tengo que decir que es la excepción que confirma la regla. Si bien todo el mundo que he encontrado en Costa Rica en los dos viajes ha sido tremendamente agradable, la gente de esta oficina no destacaba precisamente por su amabilidad.

A pesar de haber leído en la web que debía reservar con un mes de antelación, iba sin reserva. Mi plan de perderme en la selva, así lo requería.

Nada más llegar a la oficina me indicaron que todos los alojamientos estaban al completo, no resultó especialmente fácil que me informaran de que podía pasar noche en un camping que se encuentra pegado a la entrada de Los Patos, El Jaguar de Oro Ecocamping. Incluso cuando quise reservar 8 días me pusieron pegas:

- Es que no se puede reservar más de 5 días.

- ¿Por qué? ¿Entonces tengo que venir de Los Patos aquí a volver a pedir el permiso?

- Si

- ¿Por qué?

- Porque no sabemos cómo estarán las reservas dentro de cinco días.

- ¿No lo sabréis? Pero si obligáis a reservar con un mes de antelación, claro que lo sabréis, y además no me estás reservando alojamiento….

A regañadientes me dejaron reservar la entrada al parque por 8 días, pero dejándome muy claro que no podría dormir dentro, y que debería entrar y salir todos los días durmiendo fuera del parque.

Acepté, ya que esta situación venía muy bien para mis planes, así que tras aprovisionarme con un par de botellas de agua, un bloqueador, alguna cosilla más y un cuchillo que resultó un estupendo compañero de viaje, tomé un autobús para que me llevara a La Palma.

Llegué prontito, por lo que aproveché para dar un paseo, probar por primera vez en este viaje el típico Gallo Pinto y tomarme unos cuantos frescos naturales (Zumos) en un par de bares que había en la carretera, donde en uno de ellos, una simpática chiquilla para mi sorpresa me pidió un autógrafo. Resulta que coleccionaba en un cuadernito de firmas y autógrafos de todos los extranjeros que visitaban su bar.




Estaba esperando el transporte colectivo que suele llevar a los turistas a la entrada de Los Patos, finalmente yo era el único que ese día realizaría el trayecto.

El conductor me dijo que no le interesaba llevarme, que por los 10$ que me iba a cobrar no le traía cuenta, pero como me había dicho que me llevaría, ahora no me podía dejar tirado. Fuimos charlando todo el camino, por lo que al llegar, entre que había sido simpático y que se había portado muy bien conmigo, le dejé una propina (esto influiría sin yo saberlo en el desarrollo de mi viaje).

Al llegar, Donny y su hermano, los responsables del Ecocamping Jaguar de Oro, casualmente andaban en la estación, así que me los presentó y después de charlar un poco con el vigilante de la estación, nos fuimos al campamento.

El vigilante me informó, como ya habían hecho en la oficina del parque, que la estación ya no acoge visitantes, por lo que los que antes se alojaban ahí, ahora solo tenían como opción el camping.

Me dijo que al día siguiente me firmaría la entrada al parque. Yo le decía que quería salir muy temprano, y que si me firmaba ya las 8 entradas al parque que tenía permitidas, me ahorraría ese trámite diario. No hubo manera, así que finalmente me dirigí con Donny al campamento.

De camino a él, rápidamente resultó evidente la buena sintonía que tendríamos Donny y yo el resto de los días.

Al llegar al camping me indicaron donde podía instalar mi hamaca (no llevaba ni tienda, solo una hamaca ligera comprada en Decathlon), y después de una reconstituyente ducha, nos pusimos a charlar.

Al decirles que había venido a buscar Jaguares, Donny me indicó que él había trabajado durante mucho tiempo en varios estudios sobre ellos. Había trabajado, y continuaba haciéndolo con Roberval Tabares, un experto jaguarólogo que lleva quince años trabajando por la conservación de los Jaguares y del entorno de la península de Osa.

- Pues yo he venido solo a eso, a buscar Jaguares, he traído incluso Obsesion, de Kalvin Clain.

- ¿Obsesion de Kalvin Clain???? ¿En serio???? Yo la he usado mucho!!!!!

Después de varias risas y charlas le dije a Donny:



- Bueno, pues ya sabes que busco…. ¿Te animas?

No me hizo falta hacerle el ofrecimiento dos veces, su sí, fue rotundo.

Continuamos la noche charlando y preparando nuestra expedición. Me dijo que hacía no mucho había escuchado el rugido de un Jaguar desde el campamento, así que el día siguiente como primera toma de contacto, nos dispusimos a rastrear la selva cercana al camping para ver si encontrábamos huellas.

Salimos temprano, íbamos en dirección contraria al Parque Nacional, casi atravesando la selva, ya que en esa zona no había más caminos que los que los animales iban creando a su paso. Encontramos huellas y marcas de Puma, y poco después encontramos el motivo por el que los felinos merodeaban por la zona, una manada de Chanchos deambulaba por allí. Pudimos acercarnos bastante, hasta que el vigía de la manada nos olió y emitió su grito de alarma, lo que hizo que todos salieran corriendo.

A mitad de camino Donny señalo a unos árboles, un polluelo de Gavilán blanco había caído del nido y estaba abandonado en una rama.

Donny me explicó que estaba condenado, que una vez que los polluelos caían del nido las madres ya no los buscaban, por lo que fuimos a rescatarlo y lo llevamos al campamento para cuidarlo hasta que pudiera valerse por sí mismo.



Mientras tanto, bautizaron al polluelo como “Escarpiiiiiin”, lo cual me honró mucho.

De regreso pasamos por la estación para ver si el vigilante me firmaba las entradas, pero no había manera, me indicó que debería ir todos los días por la mañana. Pero cosas del destino, el conductor del transporte colectivo estaba charlando con él. El vigilante me dijo que como excepción y como el conductor la había dicho que yo era un gran amante de la naturaleza (se ve que mi propina influyó en esa opinión sobre mí) me permitiría que al día siguiente saliera especialmente temprano, por lo que ya me dejó esa entrada firmada. Me vino genial.

Pasamos el resto de la tarde y parte de la noche, conociendo la fauna que visitaba el campamento.



El día siguiente salimos muy temprano, la idea con Donny era llegar al rio Sirena y volver aunque fuera tarde. Al menos, ese era el planteamiento “oficial”.